domingo, 31 de marzo de 2024

Espécimen “G-50-T”

 

Carecía de nombre e identidad, solo era un interno más, en aquella modernísima prisión cibernética. No podía recordar desde cuando estaba allí, ni como llegó hasta aquel lugar, donde enormes paredes de cristal, en las que figuraban escritas las siglas “G-50-T”,- cuyo significado desconocía - le separaban del mundo exterior.

Solo el silencio, la soledad y el frío, eran las constantes allí. Sobre todo el frío; absoluto; glacial; aterrador; que de manera permanente, mantenía su cuerpo agarrotado y sin movimiento. Intentaba recordar, pero ningún recuerdo consciente acudía a su mente. Presentía- casi por instinto - que antes había estado en algún lugar, con otros de su especie, con la misión de competir en una prueba, en la que solo habría un vencedor y el resto serían eliminados sin misericordia.

¿Que mente podía haber diseñado una competición así? ¿Que ser despiadado era capaz de premiar a uno, a costa de la vida de todos los demás...? De cualquier modo – pensó - si ahora tuviese que realizar esa prueba, no podría ni hacer un solo movimiento. En realidad no podría ni moverse, a causa de la rigidez de su cuerpo helado. Pese a todo, decidió no rendirse.

Tenía que mantenerse vivo, tenía que esforzarse en pensar y recordar. Sabía que tras la competición, y para conseguir el premio, había de traspasar luego una puerta, de difícil acceso...o quizás imposible de abrir... Pero...

Le había dado tantas vueltas a esta idea. Había imaginado tantas veces como poder vencer su entumecimiento, que era este el único pensamiento en su cabeza, porque el frió y la claridad blanquecina, que hacía más visible la enigmática leyenda “G- 50-T”, sobre las trasparentes paredes de su encierro, le impedían casi pensar.

De improviso, una gigantesca manguera, descendió desde el techo de su prisión. Intentó huir pero fue inútil, con una maniobra precisa, el oscuro tubo se colocó sobre su cabeza y en un instante, lo succionó. Las paredes metálicas del ingenio, estaban tan heladas como su celda y - cansado de pensar e imaginar - creyó que había llegado su fin.

De repente, se sintió expulsado del cilindro, por una fuerza gigantesca, que lo arrojó frente a la puerta de sus ensoñaciones. Miró a su alrededor y estaba solo; ¿Como era posible haber llegado hasta allí?, ¿Donde estaban los otros...? Sin embargo no era momento de dudar, lo que urgía ahora era entrar...

Casi por instinto se apoyó en ella, pudiendo advertir que estaba abierta y sin dudarlo, la franqueó, cerrándola tras de si como sabía debía hacer. El lugar era cálido, agradable, se sentía bien allí... En unos minutos las fuerzas, empezaron a retornar a su helado cuerpo. Se volvía a sentir vivo de nuevo.

-¡Felicidades doctora!, La implantación ha sido un éxito. Puede estar satisfecha – exclamó alguien en el espacio exterior.- Eso creo - replicó una voz de mujer – ha sido una magnífica elección, la del espermatozoide “G-50-T”... Formará parte de un nuevo ser, que no llevará ya el gen de la enfermedad.

Pero G-50-T no podía ya oír este diálogo. Tenía mucho trabajo por hacer. Le esperaban unos afanosos meses, en los que llevar a cabo todo aquello que, de manera atávica, tenía impreso en sus bancos de memoria genética. La interminable espera en aquella unidad de crionización, junto a cientos de probetas congeladas, había valido finalmente la pena...
 

J.M.Hidalgo.


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