jueves, 19 de noviembre de 2020

Operación Urano el desastre alemán en Stalingrado

 

Tal día como hoy, 19 de noviembre de 1942, el general ruso Georgi Zhukov lanza la Operación Urano, la contraofensiva soviética que cambió el rumbo de la batalla de Stalingrado.

Los alemanes se estancaron en su intento de tomar Stalingrado, se quedaron en los barrios periféricos de la ciudad. La lucha fue encarnizada, calle por calle, casa por casa. Los rusos, tras contener a los alemanes, se prepararon para un contragolpe en la dominada Operación Urano que consistía en cercar a las tropas alemanas que asediaban la ciudad con un movimiento desde el norte y otro desde el sur, mientras otras tropas ocupaban la orilla derecha del Volga.

Hitler no hizo caso de las advertencias de sus generales sobre la concentración de un elevado número de fuerzas rusas en la zona; es más, tres semanas antes había afirmado que los “los rusos no están en condiciones de montar una ofensiva contra ningún objetivo de gran alcance”

El 19 de noviembre comenzó la operación rusa, más de 3500 piezas de artillería bombardearon al III Ejército rumano al norte de Stalingrado rompiendo sus defensas. El 23 de noviembre de 1942, los rusos acabaron de cercar a las tropas alemanas y rumanas. Alrededor de 250.000 soldados del VI Ejército de Paulus quedaron atrapados. Debido a la debilidad que presentaba el cerco por algunas zonas, F. Paulus hubiera podido romperlo e iniciar un repliegue, pero Hitler le ordenó aguantar prometiendo el abastecimiento a través de la Luftwaffe, Goering, había convencido a Hitler de que eso era posible a pesara de la opinión contraria de algunos mandos de la aviación.

Lo cierto es que la Luftwaffe no tenía ninguna posibilidad de lograrlo. El abastecimiento llegaba en pequeñas cantidades y comenzó a faltar de todo para el VI Ejército: comida, ropa, gasolina, piezas de repuesto, munición… Hitler había prometido el envío de 700 toneladas diarias y apenas llegaban a 130 las que recibían los cercados. Este puente aéreo costó a los alemanes en torno a 500 aviones víctimas del tiempo y los cazas y cañones antiaéreos rusos.

F. Paulus debía resistir hasta recibir ayuda del ejército del Don, mandado por von Manstein. Aunque éste había iniciado la maniobra el 12 de diciembre de 192, las grandes nevadas y las acciones rusas le impidieron llegar a tiempo. La decisión de retirar las tropas de von Manstein salvó su ejército pero condenó al de Paulus.

Paulus pidió permiso para rendirse, pero Hitler lo denegó: “La capitulación es imposible. El VI Ejército cumplirá con su deber histórico en Stalingrado hasta que no quede un solo hombre”. Último mensaje de Hitler a F. Paulus.

El 10 de enero los rusos se lanzaron al asalto comenzando con una gran bombardeo artillero. El día 17, los soviéticos había tomado dos tercios de la bolsa. La situación se hizo desesperada para los alemanes, más aún desde que el 21 de enero perdieron la ultima pista de aterrizaje que estaba operativa.

El 30 de enero, aniversario de la llegada de Hitler al poder, con las defensas totalmente rotas, Hitler le ascendió a Mariscal de Campo. Al día siguiente, von Paulus capituló con 91.000 soldados (los restos de un ejército de 250.000). Algunos de sus hombres (mandados por el general Strecker) resistieron tres días más.

El coste humano fue inmenso,murieron 147.000 alemanes y rumanos y 91.000 cayeron prisioneros de los que muchos murieron en las primeras semanas de cautiverio. Aparte de eso, los rusos capturaron gran cantidad de material militar: 750 aviones, 1.550 tanques, 8.000 cañones, 60.000 camiones... Las bajas en el bando soviético se pueden cifra en torno al medio millón. Fue un gran desastre para los alemanes que Hitler nunca pudo encajar del todo.

La rendición de Stalingrado puso en aprietos a los grupos del ejército que operaban en el Cáucaso (Kleist), estas tropas se retiraban acosadas por los rusos, paradójicamente, las protegió el invierno. También cubrieron esta retirada los blindados de Von Manstein. Tras unas primeras ordenes de resistir, Hitler autorizó el repliegue. El relativo éxito de la retirada del Cáucaso sirvió a Hitler para justificar la resistencia de Stalingrado.


 



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