martes, 13 de julio de 2021

La Batalla de Gravelinas entre Francia y España

 

Tal día como hoy 13 de julio de 1558 tuvo lugar en Gravelinas, en la costa norte de Francia, una cruenta batalla entre franceses y españoles que volvió a demostrar la superioridad militar de los de Felipe II y forzó al país galo a firmar un acuerdo tras una guerra larga y costosa.

El siglo XVI estaba resultando duro para Francia, que había visto cómo sus planes de expansión eran frenados en seco por españoles e ingleses y permanecía acorralada por una marina mucho más poderosa que la suya y un imperio que dominaba casi la totalidad del continente europeo sin que nadie pareciera capaz de hacerle frente.

En agosto de 1557 Francia sufrió una estrepitosa derrota contra los españoles en la Batalla de San Quintín pero, lejos de considerarlo una señal para acabar con el conflicto, el rey francés Enrique II decidió jugárselo todo a una sola carta y lanzar una nueva ofensiva que, de haber triunfado, podría haber dado la vuelta a las tornas.

Francia reclutó un nuevo ejército (12 000 infantes, 2000 jinetes y artillería) y los puso al mando del duque Luis Gonzaga Nevers. Su plan era invadir Flandes para debilitar el poder de la monarquía de Felipe II en el centro de Europa mientras sus aliados otomanos acosaban a los barcos españoles en el Mediterráneo para que no pudieran enviar refuerzos por vía marítima. Al tiempo, la maniobra de Nevers era parte de una jugada mayor orquestada por el mejor general francés de la época, el duque de Guisa, para arrebatar Calais a los ingleses.

Con varios frentes abiertos y un tanto sorprendido por la arriesgada jugada de los franceses, Felipe II reunió un ejército en muy poco tiempo y lo mandó contra el enemigo con el conde Lamoral Egmont a la cabeza. Egmont era uno de los hombres de confianza de Felipe II y un militar experimentado con numerosos éxitos a sus espaldas pero su caduco concepto del honor militar y su reticencia a confiar en las novedades técnicas que se ofrecían como las armas de fuego empezaban a chirriar en un mundo que cambiaba a pasos agigantados.

Los españoles cogieron desprevenido al ejército francés, que de repente se encontró atrapado entre el río a su espalda, el mar a su izquierda y un apelotonamiento de su propia gente a la derecha cuando Egmont lanzó una carga de caballería que hizo polvo la retaguardia gala. Ambos ejércitos se dispusieron entonces frente a frente preparados para luchar y dispuestos a dar la vida en el combate, cosa que muchos hicieron.

Tanto franceses como ingleses desplegaron toda la potencia de su artillería pero la diferencia decisiva la marcó la habilidad de los arcabuceros españoles que causaron enormes daños a los franceses y las cargas de caballería lideradas por el propio Egmont. Por si eso fuera poco, a mitad de la batalla aparecieron naves inglesas que abrieron fuego contra las posiciones galas.

La batalla terminó siendo un baño de sangre para el ejército francés, del cual solo pudieron escapar poco más de un millar de hombres. El resto fueron hechos prisioneros o cayeron muertos.

Esta nueva derrota sirvió para reafirmar la superioridad militar de los españoles y forzó a Enrique II de Francia a firmar un acuerdo favorable para la monarquía hispánica. La guerra entre ambos países terminó con la Paz de Cateau-Cambrésis y la unión de ambas coronas con el matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario