Tal día como hoy 9 de septiembre del año 9 d.C, en la batalla del bosque de Teutoburgo -actual Alemania- la alianza de Arminio con seis tribus germanas aniquila a tres legiones romanas de Publio Quintilio Varo. Tras esta derrota el Imperio romano marcará su límite en las fronteras con Germania.
El año 9 d.C. Roma sufrió una de las peores derrotas de su historia: tres legiones fueron aniquiladas en el bosque de Teutoburgo, en Germania, a manos de una coalición de tribus dirigidas por Arminio, un oficial romano de origen bárbaro que traicionó al imperio.
Arminio era príncipe de los queruscos, una de las muchas tribus germanas que habitaban entre los ríos Rin y Elba. Cuando era muy joven había sido llevado a Roma, donde había recibido una educación y entrenamiento militar a la par de cualquier niño de la nobleza romana. Arminio destacó rápidamente en el ejército al mando de tropas auxiliares -formadas por soldados extranjeros que daban apoyo a las legiones- y logró no solo convertirse en oficial, sino ganarse la ciudadanía romana.
Romanos y germanos vivían en una relación de cierta ambivalencia: estos últimos no eran oficialmente un pueblo sometido, sino aliado, y por lo tanto en teoría debían tener derecho a seguir autogobernándose a cambio de la lealtad y el pago de un tributo.
Entre los años 4 y 9 d.C. la situación en Germania fue volviéndose más precaria: una rebelión en Panonia -provincia situada entre los Balcanes y el Danubio- había obligado a movilizar la mayoría de legiones apostadas en el norte, dejando solo tres a Publio Quintilio Varo, el legado -comandante militar- en territorio germano. Además, en su afán de conseguir resultados y ganar mérito ante el emperador, había intensificado la presión sobre los germanos para que se adaptaran al modo de vida romano, con el aumento del descontento hacia el imperio y hacia él.
No obstante, creía poder contar con el apoyo de Arminio y de sus tropas queruscas. Arminio había dado suficientes muestras de valor y de lealtad a Roma, y era el mejor aliado posible por su autoridad entre los jefes de las demás tribus y su conocimiento del territorio. Aunque no dejó constancia de las razones que lo llevaron a traicionar al imperio, los historiadores romanos señalan su personalidad ambiciosa como un motivo probable: ya no se conformaba con ser un príncipe aliado entre tantos y habría querido convertirse en rey de los germanos.
Al acercarse el otoño del año 9 d.C. las tropas de Varo se prepararon, como era habitual, para desplazarse a sus cuarteles de invierno. Poco antes de la marcha Arminio se presentó ante Varo, para informarle de la supuesta rebelión de una tribu germana y le instó a sofocarla con sus legiones y la ayuda de sus auxiliares. Varo, fiándose de él, se dirigió de cabeza a una trampa, cometiendo incluso el error de no enviar exploradores a reconocer el terreno.
En secreto, Arminio había forjado una alianza entre varias tribus para liquidar las tropas de Varo y expulsar a los romanos de Germania. Habiendo combatido con ellos, conocía bien sus tácticas y debilidades: sabía que la fuerza de las legiones radicaba en su capacidad de luchar en formación, para lo cual necesitaban un terreno de combate amplio y plano. El bosque de Teutoburgo era todo lo contrario: no había espacios abiertos, los caminos eran tortuosos y el terreno estaba constantemente embarrado debido a las lluvias. Era en cambio el escenario ideal para los germanos, que podían emboscarlos fácilmente y, al no llevar armadura, eran mucho más ágiles que los legionarios.
Arminio se adelantó con la excusa de reunir más tropas, cuando en realidad se disponía a ponerse a la cabeza de las tribus aliadas. La columna romana se internó en el bosque en los primeros días de septiembre y, en una fecha indeterminada pero que se suele señalar como el 9 de septiembre, llegaron al punto que Arminio había escogido para emboscarlos. Los soldados iban acompañados por sus familias, por ganado y carros, y la estrechez de los caminos los obligaba a caminar en filas de dos o tres personas. De la vanguardia a la retaguardia había más de un kilómetro de distancia y cuando los germanos se lanzaron al ataque, Varo, situado en el centro de la columna, inicialmente no supo qué sucedía hasta que los heridos comenzaron a llegar a su posición.
Quintilio Varo, se dio cuenta entonces de que había sido engañado por Arminio, pero poco podía hacer en aquella situación: las tropas no podían desplegarse y el bosque ofrecía un escondite perfecto a los ágiles guerreros germanos, que podían llegar desde cualquier parte; el pantano les impedía replegarse y sus enemigos habían cortado el camino.
Solo podían intentar luchar hasta el último hombre, conscientes de que la victoria era muy improbable. Las tres legiones fueron aniquiladas casi por completo: entre 15.000 y 20.000 soldados, sin contar a los civiles que los acompañaban, uno de los mayores desastres militares de la historia romana.
Muchos oficiales, incluyendo el propio Varo, prefirieron quitarse la vida con su propia espada antes que caer en manos de los germanos, que sacrificaban sus prisioneros a los dioses.
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