lunes, 26 de septiembre de 2022

La llamada "Revolución Azafrán"

 

Tal día como hoy 26 de septiembre de 2007, después de que los monjes se unieron a las protestas en Birmania, decenas de miles de hombres y mujeres  también tomaron las calles en la llamada “Revolución Azafrán”- llamada así, por el color de las túnicas de los mojes- .La respuesta de la Junta militar gobernante fue actuar contra las protestas callejeras de los monjes budistas y otros con la salida de la policía antidisturbios y más de 1.000 manifestantes muertos, tras disparar indiscriminadamente contra la multitud.

Birmania se transformó en 1962 en un estado socialista de partido único. En 1988 estalló una rebelión de estudiantes y monjes, conocida como Levantamiento 8888 contra el gobierno, pero el General Saw Maung mediante un golpe de estado impuso una dictadura militar que reprimió las protestas, causando entre 3000 y 10 000 muertos. Desde entonces la dictadura continuó gobernando entre violencia, corrupción y pobreza. En 1990, la líder opositora Aung San Suu Kyi fue arrestada tras ganar las elecciones, que posteriormente fueron invalidadas.

El 5 de septiembre de 2007 los militares disolvieron una pacífica manifestación en la ciudad de Pakokku e hirieron a tres monjes. Fue este el punto en el que los monjes comenzaron a tener una mayor implicación. Desde el 18 de septiembre, las protestas fueron lideradas por miles de monjes budistas, que elevaron el tono de las mismas. Los monjes budistas gozan de un gran respeto en el país.

El 22 de septiembre de 2007, al menos 2.000 monjes se manifestaron en Rangún y otros 10 000 en Madalay para manifestarse a favor de la democracia, brindando su apoyo a la líder de la oposición democrática Aung San Suu Kyi, quien apareció en público por primera vez en cuatro años, después de que a algunos monjes y simpatizantes les fuera permitido pasar a su hogar.

Las manifestaciones se repitieron pese a que las autoridades recorrieron las urbes para advertir desde automóviles y con megáfonos, que cualquiera que participara en las protestas podría ser condenado a una pena de hasta diez años de cárcel. Durante la marcha pacífica del 23 de septiembre, por las calles del centro de Rangún, más de 15.000 manifestantes, la mayoría monjes, gritaban consignas a favor de la democracia, mientras eran aplaudidos y vitoreados por ciudadanos.

El día 24 de septiembre, se produjeron manifestaciones en 24 ciudades y los monjes comenzaron a verse acompañados de estudiantes y gente de a pie reuniéndose más de 100.000 personas. El día 25 de septiembre continuaron las protestas con varios miles de monjes y gente de a pie y el gobierno anunció, que se impondría el toque de queda. Aung San Suu Kyi fue trasladada de su arresto domiciliar a una prisión.

El 26 de septiembre se declaró el toque de queda y cargaron contra varios centenares de manifestantes. Hubo heridos y detenidos, así como fueron arrestadas algunas personalidades pro-demócratas. Todos los que eran susceptibles de liderar las marchas fueron detenidos. Los generales, tienen miedo de que deriven en protestas de mayor envergadura.. Los medios de comunicación, manipulados, afirmaron que nada estaba ocurriendo, que todo eran mentiras occidentales y que los pocos opositores estaban siendo obligados a manifestarse contra su voluntad.

El 27 de septiembre se arrestaron a más de 700 monjes en violentas y numerosas redadas en monasterios. En protesta 50.000 manifestantes ocuparon las calles de Rangún al grito de "Venceremos" y fueron dispersados con gas lacrimógeno tras un tiempo de diez minutos concedido por las fuerzas armadas.

Las palizas y disparos continuaron. Tras el recrudecimiento del conflicto el Consejo de Seguridad de la ONU, hizo un llamamiento a contener la violencia en contra de la población civil, muchos sectores incluyendo al Europarlamento y el gobierno de Estados Unidos, consideraron que ésta era una débil medida y que se explicaba porque Rusia y mayormente China, estaban protegiendo al gobierno birmano; también prepararon más sanciones contra el país.

Hoy día, las dimensiones y las consecuencias de la represión aún son inciertas. Los manifestantes han mostrado coraje y determinación, pero nada garantiza que no sean aplastados. El tiempo del cambio llegará en algún momento a Birmania, pero nadie sabe cuánta sangre correrá antes de que eso ocurra. "La era de la impunidad ha muerto", advirtió John Sawers, el embajador británico, durante las discusiones en la ONU. Ojalá sus palabras no se queden en retórica diplomática.

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