jueves, 2 de mayo de 2024

El almirante Ramon de Bonifaz, en la reconquista de Sevilla

Tal día como hoy, 3 de mayo de 1248, en el marco de la Conquista cristiana de Sevilla, la flota cántabra remonta el río Guadalquivir, con el objetivo de destruir el Puente de Barcas, que facilitaba la llegada de suministros a la ciudad. Los defensores lo protegen con flechas y fuego griego.

El 3 de mayo de 1248 una escuadra mandada por Ramon de Bonifaz, consiguió romper el puente de barcazas que unía la ciudad con el arrabal de Triana, lugar por donde la sitiada Sevilla, recibía víveres y refuerzos durante la noche.

Fernando III conoció al que sería el primer almirante de la Flota de Castilla D.- Ramón de Bonifaz, cuando le fue presentado al monarca en Burgos en el año 1245, este al saber de sus grandes conocimientos marineros, le encargó a principios de 1247, el apresto de una flota para operar, en coordinación con su ejército, en la reconquista de Sevilla, esta flota a la postre sería decisiva en la operación.

Bonifaz entregó cartas reales a los consejeros de las provincias del norte: Laredo, Castro Urdiales, Santander, Comillas y San Vicente de la Barquera; y, una vez constituida su armada, puso rumbo al sur, reforzándose a su paso por Galicia con nuevos buques y tripulantes. Reunió trece naves de vela, además de cinco galeras construidas ex profeso, a expensas de la Corona, en los astilleros de Santander en el mismo 1247.

Alcanzó la desembocadura del Guadalquivir a primeros de agosto, después de una navegación con temporales fuertes, que acreditaron su pericia como marino. Allí derrotó a la flota de Saetías y Zabras de Abu Qabl, que trató de impedirle el paso, y que era la que transportaba refuerzos y vituallas, del norte de África a Sevilla.

Remontó el río en cooperación con la caballería cristiana, apoyado desde la margen izquierda por el rey. Tener dominado el curso del Guadalquivir en su parte cercana a Sevilla por el sur, le permitió el paso de las fuerzas a la margen derecha y, por tanto, el ataque al importante arrabal fortificado de Triana. 

Se planificó la acción, que iba a ser crucial en la toma de la ciudad, la flota de Bonifaz rompería el puente de Barcas, nexo de unión entre la urbe y el barrio fortificado de Triana, que se constituía como el principal obstáculo de los buques cristianos, a la hora de remontar el río hasta las puertas de Sevilla.

La crónica alfonsina, relata la dificultad que representaba el enlace para la empresa castellana, cuyas tropas no bastaban para completar el cerco de Sevilla, a pesar de los refuerzos enviados, por el rey aragonés Jaime I.

También se decidió, que la operación se efectuara un día de viento y marea favorable, que llegó el 3 de mayo de 1248, festividad de la Santa Cruz, Bonifaz reforzó las proas de dos de sus naves de mayor porte, con gruesas tablas sujetas con pernos para que soportaran mejor el tremendo golpe, que debían de asestar y al subir la marea con el viento a favor, se lanzaron a toda vela contra el puente, que tembló al choque de la primera y se quebró al de la segunda, donde iba el propio marino curtido en aguas del mar Cantábrico

Se dio un asalto general a Sevilla y a Triana, que fue rechazado, pero la resistencia andalusí estaba herida de muerte. Ya no podía recibir refuerzos. Además, las fuerzas cristianas perfeccionaron su cerco y controlaban la navegación, se llegó así a la inevitable capitulación.

Dice la crónica de Alfonso X, quien participó en la acción cuando aún era infante, que en la rotura del puente, "consistió la victoria, porque los moros desde aquella hora reconocieron ser vencidos". Así, el rey Axafat, cercado y sin esperanzas de socorro, rindió la ciudad el 23 de noviembre de 1248. Habían pasado seis meses desde el crucial éxito del 3 de mayo. Fecha que, a partir de 2020, es la Jornada Histórica de la Armada.

Fue el primer y único puente durante casi siete siglos entre Sevilla y el arrabal fortificado de Triana. Lo formaban trece barcas amarradas con cadenas y, sobre ellas, fuertes tablones de madera. Era un símbolo del al-Ándalus almohade y de su capital, la citada urbe. Pero además, suponía un obstáculo esencial para conquistar la plaza hispalense, meta de Fernando III. Por ello, el rey santo y sus ejércitos, planearon su destrucción, que a la postre, sería crucial en la toma de la ciudad.

Tras la ruptura del 3 de mayo el puente fue reconstruido y posteriormente, en el siglo XIX, se sustituyó por el actual puente de Isabel II, más conocido como de Triana.

De la importancia que tuvo el hecho de romper el puente de Triana nos puede dar idea el que a día de hoy tanto el escudo de la comunidad de Cantabria como el de algunas de las villas costeras participantes en la gesta (Santander, Laredo, Comillas, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera …) reflejan tan magno acontecimiento, en sus escudos de armas, en los cuales aparece, una reproducción de la Torre del Oro y una nave rompiendo las cadenas del puente .

Otra referencia curiosa la encontramos en la rotulación de la Calle Santander en Sevilla, que se ubica justo enfrente de la Torre del Oro, homenajeando también con su nombre a los héroes de este vital suceso para la historia de Sevilla.
 
Antonio Hurtado de Mendoza escribió en 1651 que existía una tradición que decía que la nave que rompió las cadenas de Sevilla estaba construida en Castro-Urdiales y se llamaba Rosa de Castro. Por otro lado, Diego Ortiz de Zúñiga escribió en 1677 que en San Vicente de la Barquera se preciaban de haber construido naves que habían servido en la toma de Sevilla.

El rey fue generoso con los artífices de a victoria y como premio por la hazaña, Fernando III entregó a Rui Pérez un escudo personal, que es el que hoy tienen los descendientes de ese marino y que también es usado por el Ayuntamiento de Avilés. 

A Ramón de Bonifaz le entregó en el repartimiento de Sevilla, unas casas que se encuentran en la actual calle Placentines, en su desembocadura con la calle Alemanes, casas que están junto al palacio arzobispal.​

La participación en la flota de Santander en la toma de Sevilla, fue premiada por Alfonso X el 8 de enero de 1255, con la exención del pago de portazgos.​ La participación de Laredo fue premiada por el mismo rey, con un privilegio otorgado el 3 de febrero de 1255, que eximía a sus habitantes del pago de portazgo, por mar y por tierra, en cualquier lugar del reino,

Además, en prueba de su agradecimiento, les facultaba para pescar y salar en todos los puertos castellanos y gallegos, con la condición de que comprasen la sal en los alfolíes reales y pegasen a la corona el correspondiente diezmo.

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