Tal día como hoy, 22 de mayo de 1652 en la ciudad de Sevilla, especialmente el barrio de la Feria, se subleva debido a la escasez de alimentos y a la inflación.
A mediados del siglo XVII, la Monarquía española sufría, una desastrosa situación exterior e interior. A las rebeliones de Cataluña y Portugal en 1640, se unían diversos movimientos secesionistas, en Andalucía, Aragón y Sicilia, a los que se sumaron manifestaciones de malestar popular, los llamados motines.
El Motín es comentado en varias fuentes narrativas.La más detallada se titula “Tratado verdadero del Motín que hubo en la ciudad de Sevilla este año de 1652”, manuscrito original de 18 de julio de 1652, obra de José Maldonado Dávila y Saavedra,
En 1647, se habían producido extensos disturbios en Alhama, Lucena y Ardales. En 1648 hubo un motín bastante grave en Granada, también se dieron en Córdoba y Sevilla. En esta última, la revuelta fue la más virulenta del siglo; recibió el nombre de "Motín de la Feria", al ser el epicentro de la revuelta.
El motín se desarrolla en Sevilla del 22 al 26 de mayo de 1652. La revuelta comienza el miércoles 22 de mayo, en el barrio de la Feria que tenía fama de inquieto, desde el motín de la Feria o del Pendón Verde, ocurrido en 1521 en otra época de hambre y carestía. Isidro de Torres y Francisco Hurtado, oficiales tejedores de sedas, fueron los caudillos de los amotinados.
El primero, comenzó una disputa con un panadero de Alcalá de Guadaíra, al preguntarle el precio del pan, 6 reales que pedía por una hogaza -unos 6 reales era el salario de un trabajador-, terminó tirando el pan al suelo y gritando:, ¡Viva el rey de España y muera el mal gobierno!, obligando a los que estaban allí a que les siguieran, sacando espadas y quitándose las capas. Acudió el Asistente, marqués de Aguilafuente, y su actuación no hizo otra cosa que envalentonar a la muchedumbre. Fue el inicio de la sublevación.
Los amotinados organizados en cuadrillas, se apoderaron de las armas que la ciudad, guardaba sin custodia adecuada en la Alhóndiga, también registran y requisan, el grano almacenado en algunas casas. Los defensores de la ciudad, al mando de Martín de Ulloa, veinticuatro hombres junto con vecinos de San Marcos, se concentraron en el portal cubierto del Convento de Santa Paula, formando cuerpos de guardias.
En estos momentos, las autoridades intentan negociar con los sublevados, bajando los precios y abasteciendo la ciudad. Sin embargo, no se evitan los registros domiciliarios e incluso robos. Los sublevados, piden la abolición de los tributos más odiosos -alcabalas, millones y otros impuestos-, la bajada de la moneda y del papel sellado.
Aunque las autoridades acceden a las peticiones, los amotinados solicitan la libertad de los presos acusados de resellado. Al no recibir respuesta rápida, los sublevados asaltan las cárceles poniendo en libertad a los presos, el día 23 de mayo, como consecuencia del asalto se quemaron los archivos, donde se conservaban las causas criminales, no las civiles, ni tampoco las escrituras públicas.
Juan de Villasís, caballero de la orden de Calatrava, es nombrado gobernador de la Feria, y consigue que algunos depongan las armas y acepten el perdón, dado por el arzobispo y publicado en la Plaza de San Francisco. El sábado 25 muchos se niegan a entregar las armas, sin que viniese el perdón real, según decían “con letras gordas de oro”.
El levantamiento finaliza el 26 de mayo, domingo, el bando de la ciudad más fortalecido decide acometer a los sublevados más comprometidos y disminuidos, que se habían hecho fuertes en la Feria.
Esa madrugada, el ataque por sorpresa no encontró oposición y la mayoría de los amotinados optó por la huida, otros muchos perecieron ahogados, al intentar cruzar el río, se calcula sobre unos 100 muertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario