Tal día como hoy, 29 de mayo de 1453, la ciudad de Constantinopla es tomada por los otomanos, poniéndose de esa forma fin al Imperio bizantino.
La ciudad de Constantinopla, fundada en el siglo IV, fue durante mil años el núcleo de poder del Imperio bizantino. Heredero de Roma, tras su caída en el año 476, el Imperio bizantino o romano de Oriente, vivió su esplendor durante el siglo VI, pero desde el XI atravesó un declive, que desembocaría en la toma de Constantinopla el 29 de mayo de 1453, por el Imperio otomano.
Constantinopla tenía forma de triángulo, en dos lados la protegía el agua y en el tercero, se levantaban las murallas más imponentes. En mil años de historia, había resistido veintiséis sitios y nadie había conseguido, atravesar sus defensas terrestres, pero eso cambió con el nuevo sultán otomano, Mehmed II.
Dispuesto a acabar con el Imperio bizantino, el sultán concentró unos 80.000 soldados y ordenó construir una nueva flota, para asfixiar Constantinopla. Desde abril de 1453 y durante dos meses, Mehmed II sometió a la ciudad a un intenso bombardeo, haciendo gala de su moderna artillería.
Las fuerzas bizantinas, comandadas por el emperador Constantino XI y el genovés Giovanni Giustiniani, contaban con unos 10.000 efectivos y apenas apoyo del resto de la cristiandad, que había desoído la llamada de auxilio. Aun así, organizaron una defensa aguerrida.
Finalmente, la flota otomano sorteó las defensas del estrecho y el sultán mandó concentrar sus tropas, para lanzar un asalto final. Tras retirarse Giustiniani herido, la moral de los bizantinos se hundió y los otomanos entraron en la ciudad.
La caída de Constantinopla, no frenó la política expansionista de Mehmed II. Por el contrario, el final del Imperio bizantino, abrió la puerta al avance otomano en el resto de Serbia, Grecia y Bosnia. Sus sucesores, en especial Solimán el Magnífico, continuaron su labor y afianzaron el Imperio, al someter al Egipto mameluco y extenderse por el norte de África.
En su máximo apogeo, los otomanos llegaron en 1529 hasta las murallas de Viena, cuyas defensas no pudieron derribar. pese a la superioridad numérica.
Constantinopla, renombrada como Estambul, se convirtió en la nueva capital del Imperio otomano, hasta su desaparición. La basílica de Santa Sofía se transformó en una mezquita por órdenes de Mehmed II, por lo cual los adornos cristianos, se taparon para añadir detalles islámicos.
Bajo el dominio otomano, Estambul floreció como un centro cultural y económico del Mediterráneo, llegando a ser una de las ciudades más pobladas del planeta.
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