Tal día como hoy 25 de diciembre de 1580, se inician, un año mas, las Fiestas de La Navidad en el Imperio Español.
Hoy en día, la Navidad en España es sinónimo de luces en las calles, turrones en los supermercados, cabalgatas multitudinarias y comidas familiares interminables, pero La Navidad en el Imperio Español combinaba ferviente religiosidad con costumbres locales, centrada en la Misa del Gallo (medianoche, alba, día) y el pesebre o belén (hechos de barro/madera) que incorporaba elementos indígenas.
Había banquetes, bailes, villancicos, mercados en las plazas con flores y dulces, y procesiones, especialmente notables en las colonias, donde los nativos fusionaron ritos como adornar iglesias y danzar con ramos, dando lugar a primeras Navidades en América desde, 1523, con gran sincretismo cultura
En el Imperio español, con una profunda huella católica, la Navidad no comenzaba con anuncios ni luces, ni calendarios de adviento por doquier, sino con recogimiento. El periodo previo al 25 de diciembre,era tiempo de Adviento, marcado por el ayuno, la abstinencia y la preparación espiritual.
Las autoridades locales, por orden real, solían cerrar los burdeles y casas de juego, poco apropiados para la ocasión y suspendiendo también los espectáculos públicos. Se trataba de un tiempo para, teóricamente, “limpiar el alma”, según los cronistas de la época. Pero esa calma duraba poco. A partir del 24 de diciembre, la contención se rompía con una de las cenas más opíparas del año: la Nochebuena.
La cocina navideña del Siglo de Oro, era un despliegue de suntuosidad para quienes podían permitírselo (aquellos de más alta alcurnia). En el Real Alcázar de Madrid, por ejemplo, se servían hasta 36 platos distintos, en la comida navideña de la corte, según los manuales de cocina de la época.
En los hogares madrileños con menos posibles, el plato estrella era el besugo al horno, pescado en el Cantábrico y transportado, durante días, hasta la Villa, donde era preparado al horno con pan rallado, ajo, cebolla, perejil y limón para disimular su “maduro” estado (es un gran eufemismo).
El capón, (pollo castrado y cebado) también era muy valorado en la cena, y en cuanto a dulces, ya estaban presentes los mazapanes, los canutillos y, por supuesto, los turrones de Jijona, elaborados artesanalmente desde el siglo XVI.
Pasadas las cenas más importantes de la Navidad, las del 24 y 25, los corrales de comedias se llenaban, con estrenos teatrales navideños. Las compañías de Lope de Vega o Calderón de la Barca, ofrecían obras que competían en popularidad, con las de la primavera.
Pero no todo era espectáculo público. En las casas de comerciantes, nobles e intelectuales, se organizaban veladas privadas, donde se recitaban poesías, se cantaban villancicos y se bailaba con amigos y familiares. Estas reuniones, heredadas del Renacimiento, podían extenderse a lo largo de todas las Pascuas.
Pocos lo saben, pero uno de los elementos más populares de la Navidad española, el tradicional roscón de Reyes, fue traído por los soldados de los Tercios españoles. Esta emblemática unidad militar, desplegada en Flandes, durante los siglos XVI y XVII, adoptó la costumbre local (probablemente con raíces en las Saturnales), de esconder un haba dentro de un pastel.
Quien encontraba el haba, era coronado simbólicamente como “rey” del día. Al regresar a España, los soldados llevaron consigo esta tradición, que se fusionó con el Día de Reyes (6 de enero) y se consolidó, como costumbre navideña.
Hoy es un gesto que sigue persistiendo, aunque con ligeras modificaciones; aquel que encuentra la figura, es coronado con una corona de cartón, y quien encuentra el haba, paga el roscón del próximo año.
En la España del Siglo de Oro, la devoción por el Belén, (el nacimiento) era palpable. A pesar de que algunos atribuyen al rey Carlos III, la introducción de esta costumbre, documentos como el testamento del dramaturgo español Lope de Vega, de 1669 ya mencionan figuras y “altaricos de Pascua”, en los hogares.
Los belenes eran tan populares, que se exhibían no solo en iglesias, sino también en palacios, conventos y casas particulares. Hoy representan un reclamo más, para los turistas seguidores de las tradiciones de Navidad, y se llevan a cabo belenes de todo tipo: desde belenes de chocolate o arena hasta belenes vivientes.


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