No se si solo me sucede a mi, aunque pienso que a casi todo el mundo le trastoca el mes de mayo. Mayo llega de improviso emergiendo de la voluble primavera, con sus días luminosos, su fresca brisa matinal que invita a pasear, y su sol ejercitándose ya para ser estival..
Las canciones de nuestra infancia hablaban de lo que hacíamos en mayo mientras paseábamos una tarde fresquita, buscando la senda de una hermosa morena... Y hasta el refranero – tan sabio él – nos habla del “mayo florido y hermoso”.
Y todo es, porque la primavera se llama por excelencia mayo... Es la época de cruces de flores en los patios andaluces, o de la exaltación de los cantos de amor místico o desesperado, pues parece que todos nuestros sentidos se agiten ante el amor...
¡Cuantas cosas pasan este mes… y algunas tan diversas entre si!. Porque, mientras, “El trece de mayo, la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría…” y según cuentan los creyentes, se confundió en amor con los pastorcillos, en otro lugar, una hembra canta su amor sensual y desesperado, gritando: “¡Ay trece, trece de mayo, cuando me encontré contigo…!” para continuar en idéntico tono… “Al atardecer te quiero, cuando se callan los niños, madrugada, tarde y noche, por los siglos de los siglos. ¡Ay trece, trece de mayo, cuando me encontré contigo !”
Y eso es porque en mayo, parece que exista la obligación de amar, - “Tu nombre me lo callo, cuando me preguntan, que de quién me enamoré, pues ya estamos en mayo y resulta que con nadie se me ve...” dice otra letrilla, y es que parece que si no se ama en mayo, la gente y hasta uno mismo va a extrañarse por no hacerlo…
¡Que fantástico resulta mayo para el amor, ya sea terrenal o divino!. Que pena, que se nos vaya y me temo que – como nos pasa con las cosas fantásticas de la vida - sin haberlo aprovechado al máximo.
No sé…es posible que los que así pensamos seamos sentimentales y estemos además equivocados, pero los gorriones, las tórtolas y todos los pájaros, están ya preparando los nidos, que tienen sentido sólo en base a su instinto y a la necesidad de amor que mayo les provoca…
Aunque si algo de este mes me embelesa son sus olores. Todo él huele a nardos, a crisantemos y rosas, a azucenas y geranios, a anémonas y narcisos...
Son los recuerdos del ayer, de cuando poníamos un altar en la escuela de Venta de Tendilla, en la vega de Álora, para “el mes de María”. -“Venid y vamos todos con flores a María, con flores a porfía, que madre nuestra es...” cantábamos a coro y - mientras lo hacíamos - los olores de las flores se mezclaban con los del aula, metiéndose para siempre en nuestro ser.
El de madera de los lápices “Alpino” que al sacarles punta dejaban impregnado el aire, el de tinta morada con la que Doña Remedios – mi inolvidable maestra - llenaba cada mañana con una damajuana, los blancos tinteros de loza de los pupitres. Parecía casi imposible que al hacerlo jamás se manchase su impoluta bata blanca, pese a que nosotros acabásemos al final de la jornada todos color berenjena.
Mayo - para nosotros - era entonces sobretodo olor... El de las adelfas en flor del lecho del arroyo Jevar, el del agua de lavanda o de jabón “Heno de Pravia” que por las mañanas irradiaban las niñas, con sus faldas almidonadas y sus trenzas atadas con lazitos de colores, o el del pan casero recién horneado, y el de las huertas de la Gavia atestadas de azahar y flores silvestres, cada una con un aroma distinto...
En mayo debiera estar prohibido hablar de crisis, de paro, de epidemias, de cierres de negocios, o de huelgas y reconversiones. Mayo es un mes que debía dedicarse solo a vivir, porque la naturaleza toda - con su aire tibio y sus plácidos días de sol - estalla en una orgía de color y olor, e invita a eso.
Sería fantástico que toda nuestra vida pudiésemos vivirla - sin importar la época del año - en tiempo de mayo...
J. M. Hidalgo (Recuerdos de infancia)
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