Tal día como hoy, 21 de mayo de 1927, Charles Lindbergh aterrizó en París, completando el primer vuelo transatlántico sin escalas. Lindbergh participaba en una competencia por un premio de 25,000 dólares para cualquiera que pudiera volar sin escalas desde Nueva York a París.
Del 20 al 21 de mayo de 1927, el piloto americano voló de Nueva York a París en 33 horas, 30 minutos y 30 segundos.
Se cumplen 94 años de una de las grandes hazañas de la era dorada de la aviación: el primer vuelo transoceánico intercontinental. En 1927, Lindbergh se convirtió en el piloto pionero en cruzar el océano Atlántico desde el continente americano al continente europeo en un vuelo sin escalas y en solitario.
Antes de esta gesta, una pareja de aviadores había logrado volar de Terranova a Irlanda, pero no había podido tocar tierra continental. Lindbergh fue más allá y llegó de Nueva York a París, a más de 5.800 km de distancia, en 33 horas, 30 minutos y 30 segundos.
Nacido en Detroit en 1902, Charles August Lindbergh era hijo de un congresista y una profesora de química. Desde muy joven se interesó por las máquinas y esa fascinación lo llevó a estudiar ingeniería, pero en 1922 abandonó los estudios por un “nuevo amor”: la aviación.
Charles ingresó en la escuela de pilotos de la Nebraska Aircraft Corporation y realizó su primer vuelo en un biplano el 1 de abril. Más tarde compró su propio avión, al que llamó Jenny, y en 1924 comenzó a entrenar en el cuerpo aéreo del ejército de EE UU. Tras finalizar primero de su promoción, trabajó como piloto civil en la línea de correo de San Luis varios años.
Pero un filántropo estadounidense de origen francés iba a cambiar su vida. Raymond B. Orteig estableció una recompensa de 25.000 dólares –toda una fortuna en la época– para el primer piloto que realizara un vuelo sin escalas entre Nueva York y París, y Lindbergh recogió el guante.
En un monoplano de un solo motor Ryan NYP bautizado como “Spirit of St. Louis”, despegó del aeródromo Roosevelt (Long Island) el 20 de mayo de 1927 y aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget, cercano a la capital de Francia, el 21. Con ello no sólo ganó el Premio Orteig, sino que se convirtió en héroe nacional y desató un boom de la aviación.
No obstante, al éxito le sucedieron las desgracias. Primero, en 1932, el secuestro y asesinato de su hijo de 20 meses, que conmocionó al pueblo americano; luego, en 1939, su defensa de Hitler, del antisemitismo y de la no intervención de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, que hizo caer en picado su popularidad.
Su imagen pública quedó algo rehabilitada gracias a sus posteriores servicios como piloto de las Fuerzas Aéreas en la guerra del Pacífico y, sobre todo, al hecho de que escribió un best seller sobre su épico vuelo del 27, El espíritu de Saint Louis (1953), que le valió el Premio Pulitzer y fue adaptado al cine por Billy Wilder en 1957 (El héroe solitario, con James Stewart). Lindbergh murió el 26 de agosto de 1974
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