Tal día como hoy 26 de enero de 1988 se estrenó en el Majestic Theatre de Nueva York, el musical El Fantasma de la ópera. La obra tenía una duración de 2 horas y 30 minutos y desde que se estrenó este musical se considera la producción de mayor éxito de la historia.
En septiembre de 1909 apareció en el periódico parisino Le Gaulois la entrega inicial de un folletín titulado El fantasma de la Ópera. Su autor, Gaston Leroux, confesaba haber investigado una serie de extraños sucesos acontecidos en el Palacio Garnier, sede de la Ópera de París, y que su propósito en la novela era exponer el fruto de tales pesquisas. Los lectores quedaron atrapados por la historia de un fantasma que deambulaba entre bambalinas causando la muerte a todo aquel que osara mirarle.
El fantasma era en realidad un hombre atormentado cuyo rostro, deformado de nacimiento, le otorgaba el aspecto de una verdadera aparición. Leroux lo presenta como un genio de la arquitectura, la magia y la música, y, a la vez, como un cadáver viviente que había erigido sus dominios en los subterráneos de la Ópera.
La criatura se enamora de una joven soprano, Christine Daaé, le da lecciones de canto y hace todo lo posible por mantenerla a su lado, y hasta la rapta para retenerla en su morada. A lo largo de la historia se suceden las escenas de emoción: trampas bajo tierra, la caída de la lámpara del majestuoso auditorio, muertes, venganzas...
Finalmente, Erik –pues ese era el nombre del protagonista–, en un gesto de redención, deja marchar a Christine con su amor de la niñez, el vizconde Raoul de Chagny. En el epílogo de la novela, Leroux cuenta el fin del fantasma: solo y desesperado, presa de sus frustraciones, pero habiendo sentido un atisbo del amor que tanto anhelaba, concluye su vida aislado del mundo exterior en el subsuelo del teatro de la Ópera.
Leroux fue un pionero de la novela popular de misterio. En 1907, con El misterio de la habitación amarilla, inauguró una serie en torno al detective aficionado Rouletabille que proseguiría con gran éxito hasta la década de 1920. El fantasma de la Ópera cautivó igualmente a los lectores y, muy pronto, también a los espectadores, gracias a diversas adaptaciones cinematográficas (entre las que destaca la de 1925, protagonizada por Lon Chaney) y, más recientemente, por un musical que ha alcanzado popularidad planetaria.
Desde la primera entrega de la novela, Gaston Leroux afirmaba con vehemencia que lo que iba a relatar en capítulos sucesivos estaba basado en hechos reales. "El fantasma de la Ópera existió. No fue, como durante mucho tiempo se creyó, una inspiración de artistas, una superstición de directores". Y, en efecto, como otras leyendas, la del fantasma de la Ópera parte de elementos verídicos con los que el autor francés esculpió una historia híbrida entre la realidad y la literatura.
Gaston Leroux sostuvo hasta su muerte que los hechos que relataba en su novela eran completamente verídicos. Muchos de los accidentes que Leroux atribuye a su fantasma ocurrieron realmente, como la caída de la gran araña sobre la platea del teatro ocurrida en 1896, que mató a una mujer.
Todo ello sugirió a Leroux la idea de que Erik había sido contratado por Garnier como ayudante y que el fantasma, durante el largo período de tiempo que se dilató la construcción del edificio -casi quince años-, trabajó en el diseño de su propia guarida, donde se refugiaría de la humanidad.
Leroux recoge esta misma historia, añadiendo que, cuando los obreros comenzaron los trabajos para realizar una caja fuerte en uno de los muros del subterráneo, la pared se derrumbó dejando al descubierto un apartamento completamente amueblado. No sólo eso: en la cámara apareció un cuerpo en descomposición.
Según Leroux, la Ópera quiso ocultar aquel descubrimiento y arrojó el cadáver a una fosa común. Pero el novelista, constató que la estructura ósea del cuerpo presentaba signos de malformación. Quienquiera que fuese, aseguraba, se había encerrado a sí mismo con la única intención de fallecer allí.
En realidad, no consta que se hallara ningún esqueleto misterioso en la Ópera de París, lo que no ha impedido que posteriormente se haya dicho que el cadáver correspondía a un communard, un participante en la gran insurrección popular de París en 1871. La popularidad de El fantasma de la Ópera ha aumentado gracias a las muchas versiones, tanto cinematográficas como musicales, que se han hecho de él.
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