martes, 26 de abril de 2022

Francesco Petrarca: el “padre” del alpinismo

 

Tal día como hoy 26 de abril de 1336, Francesco Petrarca, junto a su hermano y otros dos compañeros, escalan el Mont Ventoux, de 1909 metros de altura, en los Alpes franceses

El Mont Ventoux, el “gigante de Provenza” es una de las cimas históricas del Tour de Francia, pero lo que muchos no conocen, es que aquella depresión montañosa también conocida como Monte Ventoso, guarda una historia que lo vincula tanto a Francesco Petrarca -poeta y humanista renacentista italiano- como a los que se consideran como los orígenes del alpinismo.

Petrarca destacó por su concepción humanista del arte, por su viaje de retorno a la cultura grecolatina en busca de la restauración de los valores humanos. Y posiblemente la construcción literaria/imaginaria de la historia de la ascensión al Mont Ventoux, tuvo mucho que ver en ello. De hecho tras el minucioso estudio de los historiadores se detectaron una serie de coincidencias, que evidenciaron que el citado ascenso solo tuvo lugar en la imaginación del poeta.

Para Petrarca todo aconteció un 26 de abril de 1336, cuando realizó la ascensión del Monte Ventoso de Los Alpes, cuya altitud es de 1909 metros. Petrarca se quiso ubicar mentalmente a la altura del rey Filipo y su ascensión al Hemo, relatada en un pasaje de la Historia de Roma de Tito Livio. Así fue cómo Petrarca usó la licencia poética para atribuirse una memorable ascensión que en su imaginario desarrolló sobre dos vertientes, la espiritual y la física.

Para la citada expedición que acometió con fines personales, y, cuando no lograba encontrar el candidato adecuado para acompañarle, encontró en su hermano Gherardo -monje cartujo - al amigo perfecto que al proponerle el tema lo recibió con tal agrado de que se percató de que no podía haber elegido mejor.

Según Petrarca, llegaron a Maulacene, a la falda de la montaña y tras descansar durante un día, con la compañía y el apoyo de dos criados, iniciaron la ascensión sin demasiados contratiempos, Era un día perfecto, las condiciones se presentaron maravillosas, pero la naturaleza rocosa se interpuso en el anhelo de aquellos, que querían contemplar y experimentar las sensaciones de tocar el cielo.

En plena ascensión un viejo pastor se les cruzó e insistió para que desistieran de su intento. Aquellas palabras que les sonaron a prohibición en lugar de disuadirles del intento causaron el efecto contrario en los exploradores, por lo que el pastor siguió su camino.

Prosiguieron sin mirar atrás, pero se detuvieron en un risco; su hermano decidió continuar por el tramo más corto, pero escarpado, en cambio Petrarca eligió la senda más larga pero menos dificultosa. Mientras los criados y su hermano ya habían coronado, Francesco, agotado siguió por un camino interminable. Hasta en tres ocasiones Petrarca perdió pie ladera abajo, retrasando en pocos segundos los metros que había logrado ascender.

Pensó entonces en la similitud del camino vital y aquella meta, en el movimiento del cuerpo visible, del esfuerzo y en cambio el posiblemente más elevado e importante, caminar del espíritu invisible y oculto. De lo corpóreo y lo incorpóreo, el vuelo mental por lo angosto del camino y la realidad de que en la cima se halla el final de todo y el término del camino al que la peregrinación se orienta. Pues como dijo Nasón: “Querer es poca cosa; necesario es desear ardientemente algo para conseguirlo”.

Cuando Petrarca logró coronar la cima, llegó tan fatigado que por un segundo perdió el sentido y al recobrarlo no vio más que nubes. Pero tras ello llegó la revelación, le parecieron entonces menos increíbles el Atos y el Olimpo. En su observación desde una montaña de menor fama dirigió su mirada hacia las regiones de Italia. Extasiado ante los Alpes, helados y cubiertos de nieve, sus ojos se marcharon entonces en dirección al cielo de Italia, y sintió un deseo desmesurado de volver a ver a los amigos y la patria, y en ese momento, se avergonzó de su debilidad.

Una ascensión con la licencia poética de Petrarca, de la que hizo uso para plasmar las grandes claves del alpinismo y marcar la senda a un mundo absolutamente apasionante. Aquel en el que el hombre en su intento de acercarse al cielo, a un supuesto dios, se encuentra a sí mismo, a su verdadero ser y su lugar en un mundo, que desde la cima se abre tremendamente inmenso y bello. El de la grandeza y pequeñez, la unión de los dos mundos, la fantástica historia del considerado por muchos como “padre espiritual del alpinismo",

 

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