Tal día como hoy 15 de abril de 1937, países de todo el mundo buscan intervenir en la Guerra Civil española y piden a todas las partes que se unan a las conversaciones de paz.
La Guerra Civil Española comenzó el 17 de julio de 1936, cuando los generales Emilio Mola y Francisco Franco iniciaron una sublevación para derrocar a la República elegida democráticamente. Los esfuerzos iniciales de los rebeldes Nacionalistas por instigar revueltas militares en toda España solo se lograron parcialmente.
Dentro los primeros días de la sublevación, la República y los Nacionalistas pidieron ayuda militar extranjera. Inicialmente, Francia se comprometió a apoyar la República española, pero pronto se retractó de su oferta para perseguir una política oficial de no intervención en la guerra civil. Gran Bretaña rechazó inmediatamente el llamado de ayuda de la República.
Enfrentando una posible derrota, Franco pidió ayuda a la Alemania nazi y a la Italia fascista. Gracias a su apoyo militar, Franco pudo transportar por aire a las tropas de Marruecos español a tierra firme para continuar su ataque a Madrid. Durante los tres años que duró el conflicto, Hitler y Mussolini proporcionaron apoyo militar crucial al Ejército Nacionalista Español.
Aproximadamente 5,000 efectivos de la fuerza aérea alemana sirvieron en la Legión Cóndor, que proporcionó apoyo aéreo para los ataques coordinados a tierra contra posiciones Republicanas y llevó a cabo bombardeos aéreos en las ciudades republicanas. La Italia fascista suministró 75,000 tropas además de sus pilotos y aviones. España se convirtió en un laboratorio militar para probar el armamento más nuevo en condiciones de batalla.
El conflicto español generó rápidamente un terror mundial de que podría explotar una guerra por toda Europa. En agosto de 1936, más de dos docenas de naciones, incluyendo Francia, Gran Bretaña, Italia, la Alemania nazi y la Unión Soviética, firmaron un Acuerdo de no intervención en España. Algunos eruditos argumentan que el Acuerdo de no intervención benefició a Franco, que compraba armamento a crédito a sus aliados mientras la República tenía que pagar moneda fuerte a los traficantes de armas para obtener, con frecuencia, armas anticuadas y buscar maneras de transportarlas al país embargado.
En Estados Unidos, la Guerra Civil Española dividió la opinión pública americana entre quienes apoyaban a la República y quienes condenaban a las fuerzas de la República por atacar a la Iglesia Católica. Los temores de guerra y los conflictos extranjeros ayudaron a dar forma a la política estadounidense en la década de 1930.
En 1936, cuando Franco inició su rebelión, los regímenes derechistas tenían el poder en Alemania, Italia, Hungría, Rumania, Polonia, Portugal, Finlandia, Austria y Grecia. Había partidos políticos abiertamente pro fascistas y pro nazis en muchos otros países, incluso Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Entre 35,000 y 40,000 voluntarios de más de 50 países se apresuraron a unirse a las Brigadas Internacionales para defender a la República. Un número menor de reclutas extranjeros se unió a las fuerzas de Franco.
La Guerra Civil Española provocó violencia política masiva de ambos lados, en el campo de batalla y en las calles de la ciudad. Los nacionalistas incluyeron monarquistas ultra reaccionarios (carlistas), fascistas (falangistas), así como conservadores tradicionales, que consideraban a los partidarios de la República "ateos bolcheviques", que debían ser erradicados con el fin de crear una nueva España. El ejército franquista también incluyó tropas árabes de Marruecos. Los rebeldes describían la lucha como una "cruzada", "guerra santa", contra una conspiración "judeo-masónica-bolchevique".
Las fuerzas republicanas, también incluían un amplio espectro de posiciones políticas desde demócratas moderados, liberales y socialistas hasta izquierdistas más radicales, como comunistas - tanto estalinistas como trotskistas- y anarquistas. En ocasiones, esta coalición degeneró en violencia mutuamente destructiva.
La Guerra Civil demostró ser un caldo de cultivo para cometer atrocidades en masa, llevadas a cabo por beligerantes ansiosos por erradicar a sus oponentes ideológicos. Aproximadamente 500,000 personas perdieron la vida en este conflicto. De ellos, aproximadamente 200,000 murieron como resultado de asesinatos sistemáticos, violencia de las turbas, tortura u otras brutalidades. Los anarquistas y otros radicales con frecuencia ventilaban su ira contra el clero católico, a quien consideraban un obstáculo para las reformas importantes. Casi 7,000 sacerdotes, frailes y monjas fueron asesinados, principalmente durante los primeros meses de la revuelta.
Los Nacionalistas libraron una guerra brutal contra los partidarios de la República. Las mujeres de la República fueron violadas o humilladas públicamente al afeitarles las cabezas. Para 1940, más de 500,000 personas fueron reunidas y enviadas a casi 60 campos de concentración. Grandes números de prisioneros fueron reclutados para realizar trabajos forzados o para combatir en el ejército de Franco o fueron juzgados por tribunales militares.
Durante la guerra, 100,000 personas fueron ejecutadas por los Nacionalistas; después de que la guerra terminó en la primavera de 1939, otras 50,000 fueron asesinadas. La Ley marcial siguió vigente en la España franquista hasta 1948 y los exrepublicanos fueron sometidos a diversas formas de discriminación y castigo.
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