viernes, 3 de julio de 2015

El desastre naval de Santiago de Cuba

Tal día como hoy 3 de julio de 1898 en la bahía de Santiago de Cuba, es derrotada la escuadra española dirigida por el almirante Pascual Cervera y Topete y se inicia la independencia de Cuba.

La flota norteamericana del almirante Sampson, superior en número y calidad de barcos, armas y equipos, venció a la escuadra española tras un desigual combate. 

La decisión de Cervera de salir de Santiago a pleno día y bordeando la costa, sólo se explica como forma de reducir el número de víctimas en la batalla, lo cual confirma que el almirante la daba por perdida antes de iniciarla, por eso antes de zarpar escribió una carta a su hermano en la que, entre otras cosas, decía: “Vamos a un sacrificio tan estéril como inútil; y si en él muero, como parece seguro, cuida de mi mujer y de mis hijos”.

Esto no es óbice para entender, que la opción de esperar resguardado en el puerto, resultó indudablemente errónea y contraproducente, pues al final tuvo que acabar enfrentándose a la flota enemiga y sus buques tuvieron que presentar batalla de uno en uno.

Aunque el puerto de Santiago era en apariencia un buen refugio, ya que ofrecía protección frente a un ataque, al mismo tiempo resultaba una ratonera para la flota española en el momento de salir a presentar batalla.

Aún reconociendo que los barcos españoles eran notablemente inferiores a los estadounidenses, Cervera fue incapaz de idear una estrategia coherente y, aunque sus subordinados habían propuesto realizar acciones ofensivas, para intentar conseguir un mayor equilibrio de fuerzas, o una salida nocturna escalonada, el almirante optó por no hacer nada. 

Por ejemplo, el capitán de navío Villaamil, jefe de los destructores, propuso realizar incursiones rápidas con sus ágiles y veloces barcos, para atacar puertos en la costa este de Estados Unidos y forzar a la escuadra estadounidense a volver para defender sus propias costas, lo que habría igualado las fuerzas, pero estos planes no fueron ejecutados, tal vez por la oposición del almirante Cervera, que optó por que todos los buques permaneciesen en puerto.

Finalmente Cervera, convencido de su inferioridad, decidió salir el 3 de julio, pegado a la costa para salvar el mayor número de vidas posibles, decisión que era, militarmente, la peor de todas las posibles, pues quizás salir de noche o con mal tiempo, hubiese evitado la destrucción total de la flota, ya que la estrechez del canal de salida, obligó a los barcos a navegar uno tras otro.

Todos los grandes buques españoles, tras ser alcanzados, fueron embarrancados cerca de la costa sin hundirse, lo que permitió a muchos de sus oficiales y marineros sobrevivir, pero los pequeños destructores sufrieron daños  mucho más graves y su jefe Villaamil - auténtico héroe y mártir de la batalla - falleció con la práctica totalidad de sus tripulantes, sin que su cadáver nunca fuese recuperado.

De todas formas y al margen de la total derrota, la escuadra española fue enviada a una guerra perdida de antemano, por unos dirigentes políticos que conocían la superioridad del enemigo, pero que optaron por no enfrentarse a la opinión pública, convencida del triunfo, azuzada por una prensa  sensacionalista  e irresponsable.

Cervera acabó siendo hecho prisionero durante la batalla y tuvo que sufrir la incoacción de un procedimiento contra él, debiendo solicitarse un suplicatorio por su condición de senador, que dio como resultado el sobreseimiento de la causa
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