martes, 22 de agosto de 2017

El proceso inquisitorial del arzobispo Carranza

Tal día como hoy 22 de agosto de 1559, el arzobispo Bartolomé Carranza de Miranda, es arrestado y  acusado de herejía por el tribunal de la Inquisición.

En 1520, con tan solo 16 años, ingresó en la Orden de Santo Domingo donde completó estudios de Filosofía y Teología, y en 1533 fue nombrado maestro de estudiantes y Catedrático de Teología, compartiendo sus funciones docentes con las consultas de la Inquisición, de la que era censor.

El 17 de enero de 1545, Carlos V le ordenó asistir al concilio de Trento, participando con intervenciones muy alabadas tanto por los conciliares como por los cronistas. Años después, el rey Felipe II lo propone para arzobispo de Toledo, sede primada del Imperio español y el 13 de octubre de 1558 hizo su entrada en la ciudad.

En esos momentos, la Inquisición española investigaba los focos luterano descubiertos en el mes de abril de ese mismo año, donde el nombre de Carranza se decía que había sido citado y el inquisidor general, Fernando de Valdés - enemigo personal suyo - comienza a preparar el proceso que habría de sufrir Carranza.

El 1 de agosto de 1559, el pleno inquisitorial decidió su arresto, siendo apresado en Torrelaguna y conducido a la cárcel de la Inquisición de Valladolid, donde da comienzo su proceso, demorado por interés de Felipe II, quien, mientras quedase descubierta la vacante del Arzobispado de Toledo, cobraba las ganancias del mismo.

El proceso fue largo y complejo, pues se le juzgó primero en España y posteriormente en Roma por exigencia del papa Pío V, ya que el mismo Papa asistió a las sesiones, pero como antes de dictar sentencia, esta había de informarse al rey de España, se envió un embajador que no regresó antes de la muerte de Pío V, en mayo de 1572.

Al final, el sucesor de Pío V, Gregorio XIII dictó sentencia en abril de 1576, declarándole “gravemente sospechoso de herejía” lo que se traducía en una suspensión de sus funciones eclesiásticas durante cinco años. Sin embargo la sentencia fue recurrida, encargándose de la última parte de su defensa Martín de Azpilicueta, enviado a Roma por Felipe II y gracias a su brillante actuación, Carranza poco antes de morir, fue finalmente absuelto.

Carranza, muere en el Convento de Santa María Minerva de Roma, y Gregorio XIII, como reparación por su confusa sentencia, redactó el epitafio de su tumba: “Bartolomé Carranza, navarro, dominico, Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, varón ilustre por su linaje, por su vida, por su doctrina, por su predicación y por sus limosnas; de ánimo modesto en los acontecimientos prósperos y ecuánime en los adversos”.

Ni las más altas dignidades de la iglesia católica, escapaban al control de la Inquisición.

Joaquín Calvo Sotelo, escribio la obra "Proceso al arzobispo Carranza" estrenada  en el teatro Maria Guerrero de Madrid en 1964

 

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