Tal día como hoy 18 de febrero del año 750, tras haber hecho ejecutar a todos los miembros de la familia Omeya ,que pudieron encontrar, Abbu-Abbas, que más tarde será apodado "al Saffa" - el que derrama sangre- por este hecho, es reconocido califa, iniciando así el califato abasí que reinará durante cinco siglos, hasta 1258. Los Omeyas que pudieron huir, se dirigirán a al-Andalus (España), mandados por Abd al-Rahman I, donde establecerán un califato Omeya hasta comienzos del siglo XI.
Los Omeyas, no eran bien vistos desde algunos ámbitos de la sociedad musulmana sobre todo por el hecho de no contar con la sangre de Mahoma. De esta forma, a mediados del siglo VIII ya existía una fuerte oposición a la dinastía de Damasco en torno a la familia de los Abbasidas, que eran descendientes de Abbas ibn Abd al-Muttanid, un tío del profeta de conversión tardía que vivía apartado de la política en la aldea siria de Humayma.
La conspiración empezó a tejerse en Kufa, Irak, pero pronto se dieron cuenta que era mejor desplazarla al Jurasán, una zona fronteriza menos controlada y llena de musulmanes descontentos, por lo que los conspiradores enviaron allí a Abu Muslim para que difundiera el mensaje antiomeya, el cual caló rápidamente entre esclavos, fugitivos, maulas y árabes que se sentían desplazados, así que no costó demasiado organizar un fuerte ejército que acometiera la tarea de acabar con los Omeyas.
Junto a esto hay que añadir que la situación en Damasco era bastante caótica por el relajamiento de los califas omeyas, lo que favoreció que los sublevados se hicieran fácilmente con todo el Jurasán hacia el 748, entrando en Kufa al año siguiente, en cuya mezquita fue proclamado califa Abbas al Saffar, cuya primera tarea fue iniciar una brutal persecución que borrara del mapa a todos los miembros de la familia Omeya. Los pocos que se salvaron de ella se marcharían a Al-Andalus, donde fundarían el Califato de Córdoba.
Pese a que el primer califa abbasí fue Abbas al Saffar, se suele considerar como verdadero fundador de esta dinastía a su sucesor, Al-Mansur, quien primero se dedicó a desprenderse de todo el que pudiera hacerle sombra y luego reformó profundamente la administración, para lo que se apoyó en la familia de los Barmakies, quienes controlarían toda la burocracia estatal hasta el 803, año en el que al-Rasid se verá obligado a eliminarlos ante el enorme poder que estaban adquiriendo.
Otro califa abbasí importante fue al-Mamum, con el cual se llegó a la época de mayor esplendor cultural de la dinastía. Sin embargo, hubo problemas sucesorios a su muerte, iniciándose un proceso de paulatino desmoronamiento del Califato, hasta que ya a mediados del siglo IX las sublevaciones, la inseguridad y la corrupción que asolaban Bagdad hicieron la situación tan insostenible que el califa Al-Mutasum decidió rodearse de mercenarios turcos para su protección y trasladar la capital de Bagdad a Samarra. Los califas vivirán desde entonces cada vez más aislados y dependientes de su guardia, lo que provocará que finalmente sea la guardia turca quien acabe
Los Abbasíes, para justificar su conspiración, siempre insistieron en que su victoria fue ante un estado no musulmán. Consideraban que los Omeyas se habían olvidado de la religión y, quizás por ello, los califas de esta dinastía adoptaron el sobrenombre de imán, un título eminentemente religioso. El califa es el imán, es decir, el soberano es también el jefe religioso y está por encima de los mortales por el simple hecho de ser el representante de Dios en La Tierra. Los califas abbasíes no se dejaban apenas ver y se rodearon de todo un ceremonial de origen persa y bizantino que buscaba reforzar esta apariencia de condición sobrehumana.
Pese a que fue una de las razones por la que se enfrentaron a los Omeyas, los abbasidas continuaron con la sucesión hereditaria del título califal, si bien es cierto que intentaron legitimarla mediante la aprobación del califa por parte, tanto de un consejo de sabios y notables, como de la muchedumbre.
A decir verdad, al-Mansur y al-Mamum fueron los únicos califas que verdaderamente gobernaron, ya que el resto delegaron en el visir esta responsabilidad y se dedicaron más a asuntos religiosos.
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