Tal día como hoy, el 16 de febrero de 1991, Carlos Saura recibe 13 Premios Goya por su película '¡Ay, Carmela!'. Es la segunda película, por detrás de 'Mar Adentro' con más Goya de la historia del cine.
Durante la Guerra Civil española (1936-1939), un grupo de cómicos ameniza como puede la vida de los soldados republicanos. Cansados de pasar penalidades en el frente, deciden dirigen a Valencia. Pero por error van a parar a la zona nacional, donde caen prisioneros. La única manera de salvar sus vidas es representar un espectáculo para un grupo de militares, que choca de lleno con la ideología de los cómicos.
La película nos lleva a 1938, al frente de Aragón, donde un grupo de tres actores animan a las tropas republicanas hasta que son atrapados por el bando franquista y tienen que realizar una obra de teatro para salvar su vida. Tres cómicos que retratarán más acertadamente que nunca las similitudes entre uno y otro bando y en lo absurdo de la Guerra Civil que dividió de raíz la sociedad española.
La mezcla de humor y drama encuentra un balance perfecto en ‘¡Ay, Carmela!’ y el guion de Rafael Azcona y Carlos Saura. No hay una frase vacía, ni un agujero de guion. Todo lo que sale por la boca de Carmela, una Carmen Maura excelsa, desprende una verdad absoluta y dolorosa. La película incluso tiene una lectura actual, a la vista de los resultados de las elecciones recientes. Una forma de acercarse a ella que puede terminar de convencer a los espectadores más jóvenes.
No van peor que Carmen Maura sus compañeros Andrés Pajares y Gabino Diego, premiados también en los Goya. Los tres conforman un trío protagonista que ha pasado a la historia del cine español. Gabino Diego, sin decir una palabra pone el punto cómico a la situación, mientras que Pajares se aleja del papel donde el imaginario colectivo le ha situado, en el humor más chabacano, para dar la interpretación de su vida.
“¡Ay, Carmela!” conquista por sus personajes. Todos, llegan al corazón. Unos personajes obligados a pasar por el horror de la guerra, obligados a combatir o a luchar por sobrevivir. Elegir a unos actores como protagonistas es muy acertado, ya que profesionalmente se ganan la vida interpretando personajes que se tienen que adaptar a las situaciones para sobrevivir. Es una metáfora de lo que muchos españoles tuvieron que hacer por consecuencia de la guerra, pasar a interpretar un papel, hacerse pasar por quienes no eran.
En el apartado técnico nos encontramos una banda sonora exquisita y una fotografía que se vuelve un personaje más de la película. El diseño de vestuario brilla, pero no tanto como el diseño de localizaciones. Esa España destrozada por la guerra, la casa con la mesa puesta y abandonada y el teatro. La producción de esta película es digna de cualquier premio.
Especial mención merece la parte final de la película, con la representación de la obra ante los oficiales franquistas, italianos y nazis. Un momento donde el guion de Azcona y Saura saca a relucir la brillantez más absoluta y donde, nuevamente, Carmen Maura se erige como protagonista indiscutible de la función.
Ella se vuelve, de nuevo, ese personaje que pone el punto de cordura en la situación, y como en todo conflicto de este tipo, la gente brillante es un estorbo. Ya solo por esa despedida por la puerta grande de Carmela merece la pena revisitar este clásico del cine español.
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