Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa, fue un compositor italiano, una de las figuras más significativas de la música de finales del Renacimiento, con madrigales intensamente expresivos y piezas de música sacra, con un cromatismo, que no volverá a escucharse, hasta finales del siglo XIX.
El hecho más conocido de su vida, fue el asesinato de su primera esposa y su amante al encontrarlos "en flagrante delito". Olvidado con el tiempo, fue redescubierto en el siglo XX, debido a la fascinación por su extraordinaria música y sus impactantes hechos personales.
En 1586, se casó con su prima María de Ávalos, nieta de Carlo. El matrimonio se celebró en Nápoles el 28 de mayo de 1586, con dispensa del papa Sixto V, en la iglesia de San Domingo Mayor. Carlo tenía veinte años y María, veinticuatro; de su matrimonio nacería Emanuele.
Un día, María conoció al duque de Andría, Fabrizio Carafa, de quien se enamoró, a pesar de que este estaba casado con María Carafa. Ambos se sintieron incapaces, de escapar a la condición de meros amantes; estaban decididos a superar todos los obstáculos,, para encontrarse juntos.De esta manera, debido al sentido del honor y del castigo que poseía Gesualdo, era evidente que los amantes estaban arriesgando sus vidas.
Mientras los amantes, seguían frecuentándose, Gesualdo, que había detectado las mentiras de su mujer, permaneció en casa, en espera del momento propicio, para una venganza, que ya había sido ideada y planificada por el príncipe.
El 16 de octubre de 1590, el príncipe le dijo a María, que si acaso fuera a necesitarlo, partiría hacia la caza en el bosque de los Astroni y volvería dos días después. Era este el broche definitivo y el punto de inicio de un plan, que estaba preparado al mínimo detalle.
En la noche del martes al miércoles 17 de octubre de 1590, los dos amantes fueron atrapados, en flagrante adulterio en la cámara del lecho de María y fueron, bárbaramente, asesinados y mutilados.
De la violencia homicida cometida, Carlo salió libre de responsabilidad. Las circunstancias lo justificaban, desde el punto de vista del Derecho y de las costumbres de la época; tanto es así que el virrey de Nápoles, Juan de Zúñiga Avellaneda, a quien Gesualdo acudió inmediatamente, para dar noticia de lo acaecido, le exhortó a irse de Nápoles, no para escapar de la ley, sino para no exacerbar con su presencia, el resentimiento de los familiares, de los muertos.
Entendiendo esto, la partida de Carlo desde Nápoles hacia su inexpugnable castillo-fortaleza, a 75 kilómetros de allí, fue más una cuestión de venganzas, por mano propia, que de justicia por parte de las autoridades. El proceso se archivó, un día después de su apertura.
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