El combate entre ambos ejércitos, se desarrolla en las proximidades del río Salado. Después de diversas escaramuzas, la intervención de los defensores de Tarifa, inclinó la balanza del lado cristiano.
Cuando los mahometanos entienden, que la contienda está perdida, inician una retirada sin orden ni concierto, que termina con muchos de ellos ahogados en la playa. Esta batalla supone el afianzamiento, del dominio del estrecho de Gibraltar por los castellanos y da al traste, con una nueva invasión musulmana.
La victoria cristiana, fue inapelable y resonó por toda la cristiandad, no obstante, las circunstancias logísticas castellanas, impidieron obtener un mayor rendimiento de la victoria, tal y como expresó el arzobispo de Toledo Gil de Albornoz.
La batalla del Salado, supuso una dura derrota para Abu-l Hassan, quien desde ese momento y especialmente tras la pérdida de Algeciras, cuatro años más tarde, debió reconducir su política expansiva, únicamente al norte de África.
Alfonso XI, por otro lado, pletórico tras su victoria, no dejó escapar la ocasión y al año siguiente conquistaba las plazas de Alcalá la Real, Priego, Carcabuey, Rute y Benamejí.
En 1344 era Algeciras la que pasaba a manos castellanas y pese a que Gibraltar no pudo ser conquistada, por la muerte de Alfonso XI en 1350, el llamado "problema del estrecho", quedó resuelto, ya que desde entonces, ningún poder norteafricano, trató de asentarse en la península ibérica.
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