sábado, 1 de febrero de 2025

Martín Merino, el cura que intentó asesinar a la reina Isabel II de España

Tal día como hoy, el 2 de febrero de 1852, mes y medio después de haber dado a luz a la infanta Isabel "la Chata", la Reina Isabel II sufría un intento de asesinato en el interior del Palacio Real.

Martín Merino y Gómez fue un sacerdote republicano, que acabó sus días tras ser ajusticiado en el garrote vil, al haber intentado asesinar a la reina Isabel II de España en 1852. Un cura que se vio envuelto en más de un problema, debido a sus radicales posturas políticas y sobre todo, por su intento de regicidio.

Merino nació en Arnedo, La Rioja, en 1789 y con tan solo 19 años, ingresó en los franciscanos. Aunque su formación sacerdotal tuvo un parón debido a la Guerra de la Independencia, en la que participó como guerrillero, permaneció hasta 1821 al servicio de la religión católica. Fue entonces cuando tomó partido de la revolución de 1822, intentando librar a España de Fernando Vll.

Uno de los acontecimientos que caracterizan a este cura republicano, fue el intento de acabar con la vida de Isabel II a golpe de estilete. El 2 de febrero de 1852, justo cuando la reina Isabel ll se disponía a ir a la basílica de Atocha, para agradecer el nacimiento de su primogénita, Isabel "la Chata", la monarca tuvo una desagradable sorpresa.

El cura, valiéndose de su su hábito, entró en la basílica de Atocha, donde la reina tenía intención de presentar a su hija. Fue sorprendida por Merino, se arrodilló frente a ella como si quisiera pedir algún tipo de clemencia y al hacer la reina el gesto de agacharse, para ver qué era lo que le ocurría al religioso, recibió una cuchillada en el costado derecho.

Tras este encontronazo, la reina Isabel ll se desplomó y fue rápidamente socorrida por los guardias, mostrando su preocupación por su hija nada más cobrar la conciencia. En un primer momento, se pensó que la reina fallecería, pues se desvaneció y permaneció inconsciente durante unos minutos, tras recibir el impacto del estilete. 

Sin embargo, y para sorpresa de todos, la reina salió totalmente ilesa ya que los hierros que mantenían firme el corsé que llevaba, le salvaron la vida.

Acto seguido, todos los asistentes, se encargaron de detener al autor del intento de regicidio, que fue arrestado por la Guardia Real. Según explicaría posteriormente, su verdadero objetivo eran la madre y regente María Cristina o el general Ramón María Narváez, pero al no encontrarlos, se conformó con Isabel II.

El cura Merino, calificado por la mayoría de los historiadores como un perturbado, no tardó en ser ajusticiado. Se organizó rápidamente todo para que el juicio al regicida se celebrase al día siguiente, quedando demostradas todas las prueban incriminatorias e imponiéndole el tribunal, la pena capital como condena.

Cuatro días después de atravesar el costado de la monarca, Merino fue ejecutado a garrote vil en el Campo de Guardias. No obstante, la reina pidió que le perdonaran: "Que no lo maten por mi causa". Pero la sentencia fue firme, condenándole a la pena de muerte.

Finalmente, con el fin de que los restos mortales de Merino no se convirtieran en ningún tipo de reliquia para aquellos enemigos de la corona, se decidió incinerarlo y esparcir sus cenizas por la fosa común, del madrileño cementerio del norte.

Actualmente, el corsé que le salvó la vida a la reina Isabel ll de España se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Sorprendentemente, la prenda todavía tiene manchas de sangre, ribeteando la punzada. 

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