miércoles, 17 de mayo de 2017

La anexión de los Estados Pontificios a Francia

Tal día como hoy 17 de mayo de 1809, en  Viena - Austria - Napoleón firma el decreto que anexiona los Estados Pontificios al Imperio Francés y tras su firma, será excomulgado por el papa Pío VII a la vez que le llamará "expoliador del patrimonio de San Pedro", pero sin atreverse a mencionar el nombre de Napoleón en la bula de excomunión.

Los antecedentes de este acto hay que buscarlos en enero de 1808, cuando prácticamente toda Italia estaba bajo el dominio de Napoleón y tan sólo el papa, como soberano de los Estados Pontificios, mantenía visos de independencia frente al poderoso amo de Europa

Napoleón, deseoso de consolidar su régimen, buscó el apoyo de la Iglesia mediante la firma de un concordato que le favorecía a él,  pues promulgó una legislación que colocaba a la iglesia francesa bajo el control total del Estado, y dos años más tarde llevó su prepotencia al punto de obligar al papa a acudir a París a su coronación como emperador, para luego humillarlo coronándose a sí mismo.

Aunque Napoleón intentó retener al pontífice en Francia, éste le advirtió de que en tal caso los cardenales tenían órdenes de considerar que había renunciado a su cargo y escoger otro papa.

Ante esto, el 2 de febrero, las tropas imperiales entraron en Roma, sin apenas disparar un tiro, mientras Pío VII se retiró al palacio del Quirinal con las escasas tropas que le seguían siendo fieles y un año más tarde, Napoleón decretó la anexión a Francia del territorio papal, aunque esta vez Pío VII promulgó la bula “Quam memorandum”, en la que, sin mencionar a Napoleón, excomulgaba a “los ladrones del patrimonio de San Pedro”.

Indignado por su excomunión, ordenó el arresto del pontífice y los franceses entraron en el Quirinal, forzando puertas y ventanas y exigiendo la renuncia papal a la soberanía sobre los Estados Pontificios y la anulación de  la bula de excomunión, a lo que Pío VII respondió: “Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo”, es decir: “No podemos, no debemos, no queremos”.

Como el papa se negaba a someterse, procedió a su deportación a Francia, en un largo viaje duro para un anciano de 67 años de salud frágil llegando a su destino en Savona a finales de año, donde fue bien atendido, e incluso estableció una relación amistosa con su carcelero,

El 23 de enero de 1814 puso a Pío VII en libertad, pero como el Papa no quiso dejarse manipular, procedió a arrestarlo de nuevo hasta que finalmente, el pontífice fue liberado por los austríacos cuando se hallaba en Parma.

El 24 de mayo de 1815, Pío VII hacía una entrada triunfal en Roma, donde moriría en 1823.

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