miércoles, 10 de mayo de 2017

La misteriosa muerte en prisión de Rudolf Hess


Tal día como hoy 10 de mayo de 1941, el número tres del Partido Nazi alemán, Rudolf Hess, vuela en un pequeño avión sobre Escocia y se lanza en paracaídas en un sorprendente intento de negociar un tratado de paz con Inglaterra.

Su objetivo era ganar al Reino Unido para la causa nazi y vencer juntos a la Unión Soviética, país recién invadido por los alemanes, siendo hecho prisionero por los ingleses y posteriormente confinado en la Torre de Londres, hasta el final de la Guerra.

Hess, fue dirigente de la Alemania nazi y fue uno de los miembros fundadores del Partido Nacionalsocialista.  Encarcelado junto a Hitler, transcribió al dictado de éste su manifiesto ideológico -Mi lucha- y siguió siendo su secretario personal y , una vez en el poder, Hitler le nombró “adjunto del Führer”, pero este hombre sectario y poco inteligente fue declinando su poder en favor de Göring.

En 1941, de forma inesperada, huyó de Alemania y se lanzó en paracaídas sobre Escocia, con la intención de convencer a los británicos de que formase una alianza antisoviética que garantizara el éxito de la invasión de Rusia, que Hitler estaba a punto de empezar.

Hess fue detenido  lo que quedaba de guerra y juzgado por el Tribunal de Núremberg, que lo condenó a cadena perpetua en 1946, permaneciendo más de cuarenta años en prisión bajo control de la Unión Soviética, convirtiéndose en el último prisionero de la Segunda Guerra Mundial, hasta que se suicidó en su celda.

El 17 de agosto de 1987 se anunció  que Hess, con  93 años, se había quitado la vida ahorcándose con un cable eléctrico, pero su familia denunció públicamente que el suicidio era poco creíble, ya que no mostraba tendencias suicidas y además estaba casi ciego, sin fuerza y con una pierna prácticamente inmóvil.

Se realizó una investigación oficial sobre su muerte, pero Margaret Thatcher se negó a hacerla pública y la familia siguió dudando de la versión oficial y encargó una segunda autopsia, que determinó que su muerte se había producido por asfixia, no por suspensión, algo que tiraba por tierra la tesis de los aliados, aunque no se pudo demostrar que Hess fuera asesinado.

Años más tarde, fueron atendiendo a la prensa diversos trabajadores de Spandau, que nunca se creyeron la versión oficial. El más impactante fue el testimonio del funcionario de prisiones que halló el cuerpo en la cabaña del jardín.

Según éste, el cadáver no se encontraba cerca de la ventana, y mostraba huellas de un forcejeo para defenderse. Asimismo aseguró que Hess tenía artritis y, en ningún caso, habría tenido la fuerza suficiente para ahorcarse.

La muerte de Hess sigue siendo un misterio y ha dado pie a cientos de teorías. Sólo la publicación de los documentos oficiales, en poder de Gran Bretaña, tal vez podrán esclarecer la verdad.

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