Tal día como hoy, 17 de octubre de 1931, Al Capone, conocido gángster, es declarado culpable por evasión de impuestos. Una semana después fue sentenciado a 11 años de prisión y a una multa de 50,000 dólares.
Donde no llega el FBI lo hace Hacienda. El caso de Al Capone demuestra que no siempre la mejor manera de perseguir a un criminal es llevarlo por la vía penal: otras estrategias pueden dolerle tanto o más.
El mafioso, enriquecido con la ley seca, fue detenido no por crímenes en los que nunca se manchaba las manos, sino por evasión de impuestos. Eliot Ness se llevó la fama por ello, pero la idea fue de la agencia tributaria estadounidense, ejecutada por su agente Frank J. Wilson. A Al Capone le cayeron once años en prisión federal, que cumplió primero en Atlanta y luego en el recién inaugurado penal de Alcatraz.
Su disoluta vida anterior -tenía gonorrea, sífilis y adicción a la cocaína- más el duro día a día en la cárcel acabarían mermando su salud y convirtiendo el castigo en ejemplar.
Alphonse Gabriel Capone Pecino era un joven de Brooklyn, hijo de inmigrantes italianos: barbero él, costurera ella. Inició su carrera en el crimen organizado a la temprana edad de catorce años. Fue entonces, mientras dispensaba caramelos en una bolera, cuando entró en contacto con el poderoso gánster Johnny Torrio, que se convertiría en su mentor, introduciéndole en bandas juveniles como ‘Five points gang’, conocida como la más peligrosa de todos los tiempos.
En sus filas, cometiendo su primera ratería, en el negocio de un peluquero de su barrio, éste le atrapó y como castigo y recuerdo le rajó las dos mejillas con una navaja de barbero. Esas tres cicatrices darían al que se convertiría en el rey de los gánsters el apodo de ‘Scarface’ o ‘cara cortada’.
El joven Capone, de la mano de Torrio, pasó a convertirse en el guardaespaldas de los mafiosos Frankie Yale y ‘Tony el malo’ Torelli, quienes le obligarían a extorsionar a los propietarios de negocios varios para que les cedieran una parte de sus beneficios.
Cuando contaba sólo veinte años fue enviado a Chicago junto a Torrio para trabajar bajo las órdenes de ‘Big Jim’ Colosimo. Poco después de la muerte de este, probablemente a manos del propio Capone, Torrio le confiará la dirección de la organización de la banda, dedicada a la explotación de la prostitución, el juego ilegal y, por encima de todo, el tráfico de alcohol.
En 1925 Torrio se retira, y Capone toma el mando. Rápidamente se adueña del hampa tras eliminar a todos sus rivales en auténticas guerras entre bandas.
Solo dos años después, se calcula que su fortuna asciende a cien millones de dólares . Es entonces cuando el gobierno federal logra encarcelarlo al fin, acusado de evasión de impuestos. Aquel gánster sobre cuya conciencia pesaba la muerte de al menos trescientas personas recibía un castigo tan justo como de inesperada resolución.
Convertido en creador, dueño y señor del ‘Sindicato del Crimen’ sería sin lugar a dudas el crimen de ‘la matanza de San Valentín’, cometido en 1929, el que haría de Capone una auténtica leyenda. Tras el cruento crimen, su nombre generaría un terror y respeto ilimitado en los bajos fondos del país.
En 1931 es enviado a una prisión de Atlanta, pero las autoridades son incapaces de controlarle. El gerifalte mafioso supervisaba sus negocios desde las dependencias carcelarias. Así, deciden trasladarlo a Alcatraz en 1934 , convirtiéndose en uno de sus huéspedes más famosos. Pero ese será el principio del ocaso de su reinado. La revocación de la ley seca y su confinamiento le relegarán finalmente al olvido.
Liberado el 26 de noviembre de 1939, tras pasar unos años ingresado en el hospital de la prisión, Capone es liberado. Arruinado, dependiendo económicamente de sus hermanos , víctima de la demencia senil contraída en las relaciones promiscuas mantenidas en su juventud, Capone fallece a los 48 años en su propiedad de Miami Beach , Florida. El mafioso más famoso de todos los tiempos falleció en la bañera, paradójicamente de muerte natural.
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