lunes, 19 de octubre de 2020

La tragedia de Casas Viejas

Tal día como hoy en la madrugada del 11 de enero de 1933, un grupo de campesinos afiliados a la CNT iniciaron una insurrección contra el gobierno republicano en la localidad gaditana de Casas Viejas.

Todo había empezado el 8 de enero en Barcelona. Se había previsto una insurrección anarquista en toda España que debía empezar por los ferroviarios y seguir en el campo. En Casas Viejas, los anarquistas estaban excitados, los acontecimientos se desarrollaron tres días después. En el municipio, 42 propietarios de los 612 que tenía el municipio en 1933 poseían el 66,12% de la riqueza imponible total. 

El pueblo pasaba hambre. La mitad de ellos vivía en chozas, en unas dependencias donde la familia dormía junta, sobre lechos de paja. Sólo en la época de recolecta había jornal para la mayoría, el resto del año la supervivencia era difícil.

La mañana del 11 de enero el grupo de anarquistas andaluces rodearon, armados con escopetas y algunas pistolas, el cuartel de la Guardia Civil de Casas Viejas. Allí se encontraban tres guardias y un sargento. Se produjo un intercambio de disparos y el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos.

A las dos de la tarde del 11 de enero, un grupo de doce guardias civiles al mando del sargento Anarte llegaron a Casas Viejas, liberaron a los compañeros que quedaban en el cuartel y ocuparon el pueblo. Temiendo las represalias, muchos vecinos huyeron y otros se encerraron en sus casas.

Tres horas después llegó un nuevo grupo de fuerzas de orden público al mando del teniente Gregorio Fernández Artal compuesto por cuatro guardias civiles y doce guardias de asalto. Inmediatamente comenzaron a detener a los presuntos responsables del ataque al cuartel de la Guardia Civil, dos de los cuales, después de ser golpeados, acusaron a dos hijos y al yerno de Francisco Cruz Gutiérrez, apodado “Seisdedos”, un carbonero de setenta y dos años que acudía de vez en cuando a la sede del sindicato de la CNT, y que se habían refugiado en su casa, una choza de barro y piedra.

Al intentar forzar la puerta de la casa de “Seisdedos”, los de dentro empezaron a disparar y un guardia de asalto cayó muerto en la entrada - en algunas versiones se dijo que el guardia fue retenido como rehén y murió después- y otro resultó herido. A las diez de la noche, empezó el asalto a la choza sin éxito.

Pasada la medianoche, llegó a Casas Viejas una unidad compuesta de cuarenta guardias de asalto, al mando del capitán Rojas, que había recibido la orden del Director General de Seguridad en Madrid, Arturo Menéndez, para que se trasladara desde Jerez y acabara con la insurrección, abriendo fuego “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.

El capitán Rojas dio orden de disparar con rifles y ametralladoras hacia la choza y después ordenó que la incendiaran. Dos de sus ocupantes, un hombre y una mujer, fueron acribillados cuando salieron huyendo del fuego. Seis personas quedaron calcinadas dentro de la choza entre ellos “Seisdedos”, sus dos hijos, su yerno y su nuera. La única superviviente fue la nieta de “Seisdedos”, María Silva Cruz, conocida como “la Libertaria”, que logró salvar la vida al salir con un niño en brazos. ‘La libertaria’, sería fusilada tres años después, ajena a los hechos que la condenaban.

Hacia las cuatro de la madrugada del día 12, Rojas y sus hombres se retiraron a la fonda donde habían instalado el cuartel general. Allí fue tomando cuerpo la idea de realizar un escarmiento. El capitán Rojas envió un telegrama al director general de Seguridad con el siguiente texto: “Dos muertos. El resto de los revolucionarios atrapados en las llamas”.

Rojas ordenó a tres patrullas que detuvieran a los militantes más destacados, dándoles instrucciones para que dispararan ante cualquier mínima resistencia. Mataron al anciano Antonio Barberán Castellar, de setenta y cuatro años, cuando volvió a cerrar su puerta tras la llamada de los guardias y gritó “¡No disparéis! ¡Yo no soy anarquista!”.

Detuvieron a doce personas y las condujeron esposadas a la choza calcinada de “Seisdedos”. Les mostraron el cadáver del guardia de asalto muerto y a continuación el capitán Rojas y los guardias los asesinaron a sangre fría.

Poco después abandonaron el pueblo. La masacre había concluido. Diecinueve hombres, dos mujeres y un niño murieron. Tres guardias corrieron la misma suerte. La verdad de los hechos tardó en conocerse, porque las primeras versiones situaban a todos los campesinos muertos en el asalto a la choza de “Seisdedos”, pero la Segunda República ya tenía su tragedia.

Conocidos los hechos en el resto de España, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario que conmocionó a la sociedad española. Los sucesos de Casas Viejas se convirtieron en un grave problema político para el gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña, que tuvo que aguantar el acoso tanto desde la izquierda como desde la derecha.

Los sucesos de Casas Viejas, como así se le denominó a este alzamiento anarquista en plena II República, encontraron una dura reacción por parte del gobierno presidido por Manuel Azaña.

Fueron diecinueve hombres, dos mujeres y un niño los asesinatos por los que, en mayo de 1934, el responsable directo, capitán Rojas, fue enjuiciado y condenado a pena de 21 años de prisión, mientras que el director General de Seguridad del Estado, fue absuelto.


 

 

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