lunes, 6 de septiembre de 2021

Dimitri Tsafendas :el griego que cambió la historia de Sudáfrica

 

Tal día como hoy 6 de septiembre de 1966, Dimitri Tsafendas –mitad griego, mitad africano– asesinó al primer ministro sudafricano Hendrik Verwoerd, en su escaño del Parlamento de Ciudad del Cabo. Aunque la justicia lo consideró el acto de un demente, el magnicidio del ‘arquitecto del apartheid’, cambió la historia de la República sudafricana

El 6 de septiembre de 1966, cuando el primer ministro de la República de Sudáfrica, Hendrik Werwoerd, el artífice de la supremacía blanca, entraba en Parlamento para iniciar una nueva sesión de trabajo. No había acabado de sentarse en su escaño y saludar a sus correligionarios más cercanos cuando se le acercó un ujier parlamentario.

Aunque esta vez, el ordenanza no portaba un mensaje si no la muerte. En escasos segundos Dimitri Tsafendas asestó al primer ministro cuatro certeras puñadas en el pulmón y en el corazón. Fue trasladado al hospital Groote Schuur, donde solo pudieron certificar su fallecimiento.

Hendrik Werwoerd, primer ministro desde 1958, fue uno de los arquitectos, junto a Daniel-François Malan y Johannes G. Strijdon, del régimen de segregación racial conocido como apartheid. Durante su mandato, en 1961, Sudáfrica se constituyó en República, quedando totalmente desvinculada de la Commonwealth.

Nacido en Holanda en 1901, su familia se trasladó a Sudáfrica cuando él era un niño. Fue un alumno brillante en los mejores colegios del país. Se licenció en la Universidad de Stellenbosch, donde fue profesor de psicología aplicada y después docente en el departamento de Sociología.

A partir de 1937, fue nombrado editor del periódico nacionalista afrikáner Die Transvaler, en Johannesburgo, y comenzó su carrera política: senador en 1948, ministro de Asuntos Indígenas en 1950, diputado en 1958 y, pocos meses después, con motivo de la muerte de Johannes G. Strijdon, primer ministro de Sudáfrica, gracias al apoyo del líder del ala derechista del partido, B. J. Voster.

Como primer ministro puso en pie el corpus legislativo segregacionista: separación en distintos territorios de la población blanca frente a los mestizos, a los asiáticos y a los negros, creando en 1959 ocho reservas para la población negra, conocidas como Bantustanes. La aplicación de esta política racial produjo conflictos y derramamientos de sangre continuos, como la masacre de Sharpeville en marzo de 1960. Su gobierno también fue responsable de la sentencia de cadena perpetua a Nelson Mandela, en marzo de 1964.

El proceso judicial a Dimitri Tsafendas fue rápido y terminante. Un juicio sumario que comenzó cuarenta días después del asesinato de Werwoerd, el 17 de octubre de 1966 y que concluyó tres días más tarde con la declaración del juez de que Tsafendas “estaba loco y no apto para ser juzgado”.

Tsafendas fue confinado en la prisión central de Pretoria. Podía haber sido encerrado en una institución mental, pero el Gobierno sudafricano aprovechando una laguna en la ley lo encerró en una celda del corredor de la muerte, al lado de la sala de ejecución. Durante casi un cuarto de siglo, hasta 1989, cuando fue trasladado a la prisión de Zonderwater, escuchó los gritos y el golpe de la trampilla cuando los condenados a muerte eran ahorcados.

Técnicamente sólo el máximo mandatario del país podía pedir su liberación, pero ninguno de los que pasaron por el cargo lo hizo. Tsafendas fue trasladado a un asilo mental de Sterkfontein en julio de 1994, después de la llegada de Mandela al poder. Allí murió el 7 de octubre de 1999.

Como en otros muchos magnicidios, no tardaron en aparecer preguntas sobre el autor y sus intenciones. Más allá de la versión oficial y sin cuestionar que Tsafendas sufría inestabilidad mental, las investigaciones llevadas a cabo sobre la vida de del homicida descubren una historia que arroja algunas dudas sobre la naturaleza del magnicidio.

Tsafendas, había militado durante un tiempo en el partido comunista y había sufrido los prejuicios raciales al ser una persona de piel morena. A pesar de su inestabilidad mental, muchas de las personas que compartieron trabajos con él testimoniaron su talento y facilidad para el aprendizaje de idiomas. Los adictos a las teorías de la conspiración no dejaron de insinuar que Tsafendas apuñaló al primer ministro con tal precisión que las heridas mortales sólo se podían haber logrado con entrenamiento y no de forma espontánea.

Quizás no fue solamente el acto de un esquizofrénico, si no el de un hombre atormentado y conducido a la locura por el racismo que le persiguió durante su vida. No sería, pues, sólo una coincidencia que el pequeño Blackie, despreciado por sus compañeros en la escuela, se convirtiera treinta años más tarde en el hombre que clavó un puñal en el corazón del jefe de Estado del apartheid.

 

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