Tal día como hoy 25 de noviembre de 1491, en Santa Fe -Granada-, el rey Boabdil y los Reyes Católicos firman las Capitulaciones de Granada.
Las Capitulaciones, a veces conocidas como el “Tratado de Granada”, fueron acuerdos firmados y ratificados en 1491, que pusieron fin a la Guerra de Granada, entre los reyes católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y el sultán musulmán de Granada Boabdil “el Chico”.
Por estos acuerdos, Boabdil renunció a la soberanía del Reino de Granada a favor de los monarcas cristianos, quienes garantizaron una serie de derechos a los musulmanes, incluida la tolerancia religiosa y un justo tratamiento en compensación por la rendición y capitulación.
Bajo estas condiciones quedaron los reyes Isabel y Fernando dueños de la ciudad de Granada, por cuyas puertas salió - para no volver jamás- el rey Boabdil, el mismo día que entró triunfante el ejército cristiano.
Se pactó también que Granada sería rendida algunos meses después, concretamente el 6 de enero de 1492, aunque la ceremonia de la entrega de llaves de la ciudad se adelantaría hasta el día 2 del mismo mes por diferentes motivos y en garantía del cumplimiento de las Capitulaciones, los Reyes Católicos exigieron la entrega como rehenes de 600 nazaríes, hijos de gente principal entre los musulmanes.
Las capitulaciones solo fueron cumplidas por la Corona hasta 1499, pues a partir de ese año los reyes encargaron al cardenal Cisneros, llevar a cabo una política más firme para la cristianización de la ciudad. El cardenal impuso medidas represivas que causaron una rebelión en el barrio del Albaicín, y en 1500 mandó quemar en una hoguera todos los libros en árabe que encontró, salvo los de medicina.
El año siguiente la Corona decretó, a instancias del mismo cardenal Cisneros, la “conversión forzosa” de los musulmanes de Granada al cristianismo, sin opción siquiera a poder partir hacia al exilio, como se le había ofrecido a los judíos en 1492. Las mezquitas fueron convertidas en iglesias, los hammam (baños árabes) cerrados y se prohibieron las festividades islámicas.
Tras un periodo de tolerancia bajo el rey Carlos I, su hijo Felipe II endureció de nuevo la represión de las costumbres musulmanas, incluyendo la lengua árabe y la música tradicional, lo cual dio lugar a la rebelión, en la que los descendientes de los moros del reino de Granada se levantaron en armas contra la Corona en 1568 aduciendo el incumplimiento repetido del tratado.
La rebelión fue derrotada después de tres años de dura lucha, tras la cual toda la población morisca del reino de Granada fue desterrada a otros puntos de la corona de Castilla, hasta que finalmente, el rey Felipe III decretaría la expulsión de los moriscos en 1609.
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