domingo, 7 de mayo de 2023

El II Concilio de Lyon

Tal día como hoy 7 de mayo de 1274, convocado por el papa romano Gregorio X, en la ciudad francesa de Lyon, tiene lugar la apertura del II Concilio de Lyon para adelantar una reforma de la Iglesia, la unión con los griegos y la situación de Jerusalén y las cruzadas. Se desarrollará a lo largo de seis sesiones a las que asistirán  obispos, abades y  prelados, entre los que destacará San Buenaventura que morirá durante las sesiones.

Santo Tomás de Aquino, que también pretende participar en el concilio, fallecerá en el camino. El Concilio se cerrará el día 17 de julio de este año y nada de lo que se aprobará llegará a tener un total cumplimiento: La Iglesia no resultará reformada, las cruzadas no se continuarán, y la pretendida "unión" con la Iglesia griega no se materializará ni tan siquiera en un mero acercamiento

Especial trascendencia tuvo la presencia de los embajadores del Khan de los Tártaros cuyo reino, situado a espalda del Islam, abría la posibilidad de atenazar a los musulmanes entre dos frentes.

El concilio deliberó sobre la preparación de una nueva cruzada centrándose en los aspectos financieros de la misma, para lo cual se decidió que durante seis años un diezmo de todos los beneficios de la cristiandad deberían destinarse a la cruzada. Jaime I se mostró partidario de iniciarla inmediatamente pero al oponerse los Templarios no se tomó ninguna decisión. 

Ante las indecisiones de los demás asistentes a la asamblea canónica, el rey Jaime I de Aragón, se despidió del Santo Padre, abandonó la reunión con los miembros de su séquito y les dijo:"Barones, ya podemos irnos, que hoy ha quedado honrada toda España"

Para terminar con el cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente, Gregorio X había enviado una embajada a Miguel VIII Paleólogo que había reconquistado Constantinopla y había acabado con el Imperio Latino de Oriente establecido en 1204 con la toma por cruzados occidentales de la ciudad. 

San Buenaventura por parte de la Iglesia católica y el patriarca Juan XI Beco en representación de la Ortodoxa, lograron un acuerdo sobre las diferencias que separaban ambas Iglesias: primado romano, sacramentos, etc. El aparente éxito de la unión fue sin embargo muy efímero ya que se encontró, desde el primer momento, sin la aceptación del bajo clero y del pueblo griego.

La última elección papal, se había prolongado,  provocando que el trono de San Pedro permaneciera vacante, durante casi tres años. Para evitar una situación parecida en el futuro, el concilio publicó la bula Ubi periculum en la cual se establecía que los cardenales electores debían reunirse transcurridos diez días tras la muerte del papa, en total aislamiento y encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave).

Si no llegaban a un acuerdo transcurridos tres días, verían drásticamente reducido su alimento. Si pasados otros cinco días seguían sin tomar una decisión, sus comidas serían reducidas a pan, agua y vino. Además, se estableció que mientras durase el cónclave, los ingresos de los cardenales pasarían a ser propiedad de la Iglesia en su conjunto. 


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