Tal día como hoy 30 de mayo del año 743 a.C. se comenzó a implantar,la educación espartana "cuando se termina de moldear el sistema político de las polis". La educación espartana se consagra al dominio de las armas. Los jóvenes espartanos no debían buscar , su gloria personal , sino la colectiva, la victoria de la ciudad.
Cuando Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, envió una misiva a Esparta exigiéndoles someterse de inmediato, les escribió aquello de "si entro con mi ejército en Laconia destruiré vuestros cultivos y arrasaré vuestra ciudad". Haciendo gala del laconismo que les caracterizaba, la respuesta de los espartanos fue breve: "Si entras". Cabe decir que el macedonio nunca se atrevió a cumplir su amenaza.
De todas las ciudades de la Antigua Grecia, Esparta era la única completamente centrada en la formación y la excelencia militar, y de hecho hasta nuestros días han llegado algunas de sus brutales prácticas: aunque no hay registros de ello, y por tanto se duda si realmente no se trataría de una leyenda forjada por los propios espartanos para que prevaleciera su imagen sanguinaria, muchas fuentes recogen su rígida eugenesia.
Cuando el niño espartano nacía era examinado por una comisión de ancianos para determinar si estaba sano. Si se consideraba inútil, se le conducía al pie del monte Taigeto y se le arrojaba por un barranco.
Esa preservación de la 'pureza' de la sangre llevó a que ejércitos posteriores, como los nazis, quisieran emular a los espartanos con la idea de conseguir soldados letales. De hecho, el ejército en Esparta constituía el pilar principal de la ciudad, siendo el más temido y entrenado de toda la antigua Grecia, y la obligación principal de todo ciudadano era convertirse en un buen soldado. Basado en la infantería, se caracterizaban por llevar el manto de color carmesí y el pelo largo, símbolo de que eran hombres libres.
Para ello, la educación o agogé (sistema educativo obligatorio y público) comenzaba pronto. Los padres no educaban a los hijos, sino que estos pasaban a depender del Estado a partir de los siete años: se les rapaba entonces la cabeza, se les obligaba a caminar descalzos y solo se les proporcionaba una capa. Dormían sobre un jergón y debían aprender técnicas de caza y lucha, con el objetivo de formar guerreros valerosos y obedientes.
Desde el principio, se valoraba que soportasen el dolor, y se les azotaba con un látigo si eran débiles o torpes. Se les obligaba a pasar hambre y a robar para poder sobrevivir, y sin embargo, si se descubría que habían robado se les azotaba, pero no por haber robado sino porque habían sido lo suficientemente torpes como para haber sido descubiertos. También se les obligaba a presenciar asesinatos a esclavos o a asesinarlos ellos mismos. Cualquier ciudadano podía castigarlos y apalearlos con el fin de mejorar su disciplina, hasta que conseguían deshumanizarlos por completo.
A las niñas, que debían convertirse en el futuro en madres fuertes y sanas para poder engendrar hijos vigorosos, también se las insistía en la importancia de la educación física. Y, de hecho, la mujer espartana gozaba de un gran prestigio y poder, incomparables a otra sociedad del mundo clásico.
Las mujeres espartanas, podían tener amantes, se movían con total libertad y dirigían las propiedades cuando los hombres estaban en guerra. Y aunque los niños eran rapados al comienzo de su entrenamiento, cuando cumplían los 15 años se dejaban el pelo largo y se convertían en efebos, y los que no conseguían terminar la agogé no eran considerados ciudadanos espartanos con derechos.
Así, cumplidos los 20 años, terminaba su formación y la tutela del Estado. Entonces, a los jóvenes se les destinaba a distintas agrupaciones militares. Con nuestra mentalidad actual no podemos comprender las profundas relaciones que los espartanos establecían con sus compañeros de armas, con los que convivían codo con codo desde la más tierna infancia, dormían, comían y luchaban.
Todo, con el fin de convertirse en los guerreros más temidos y valerosos de la Antigüedad, jóvenes a los que sus madres decían, antes de marchar a la guerra: "Vuelve con tu escudo, o sobre él".
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