miércoles, 20 de mayo de 2015

El "aceite de colza", cuando España se envenenó.

Tal día como hoy 20 de mayo de 1989, en España, queda visto para sentencia, el “caso de la colza”, por el que murieron más de 600 personas y otras 25.000 resultaron con lesiones irreversibles.

Cualquier alusión al aceite de colza sigue despertando malos recuerdos de miles de españoles, y  puede que muchos no hayan oído hablar de ello, sobre todo si son jóvenes, pero el aceite de colza protagonizó la mayor intoxicación alimentaria que ha habido en España, en décadas.

El manejo irresponsable y criminal del aceite de colza, produjo en la primavera de 1981 la muerte de más de 600 personas y el envenenamiento de otras 60.000, según la Organización de Consumidores y Usuarios, de los cuales 25.000 resultaron con secuelas vitalicias.

Los primeros casos se manifestaron a principios de mayo de 1981, Jaime Vaquero García, un niño de ocho años, fallecía de camino a la Ciudad Sanitaria de La Paz, siendo la primera víctima oficial de lo que las autoridades creyeron un brote de “legionela”, pero poco después, el surgimiento de nuevos casos en otros lugares, sobre todo del centro de España, hizo que se desechase la hipótesis de esta enfermedad y el gobierno anunció que el responsable de la "nueva epidemia" era una partida de aceite de colza desnaturalizado, distribuido en venta ambulante como aceite de oliva.

La enfermedad tenía tres fases; primero una neumonía atípica aguda, después aparecía hipertensión pulmonar, calambres y dolores musculares intensos y por último, se desarrollaba una enfermedad del hígado y afecciones del sistema nervioso que muchas veces concluía en la muerte.

Como la causa no parecía clara, se investigó si podían ser tomates contaminados con un pesticida de uso ilegal en España, o si era un virus de transmisión aérea, que tras la incubación generaba los mismos síntomas de envenenamiento gástrico, e incluso que podían ser los útiles usados para guisar.

Pero el número de enfermos se disparaba y muy pronto, cundió el pánico entre la población, pese a que las autoridades hacían  lo posible por reducir el escándalo, surgiendo ante lo inexplicable, todo tipo de teorías conspiratorias, desde envenenamientos intencionados, hasta experimentos con armas bacteriológicas de los americanos de Torrejón.

Se tardaron casi dos meses, en descubrir cual era la causa de la enfermedad y se logró por la ubicación de los casos, pues todos surgían alrededor de Madrid y coincidía con los mercadillos ambulantes, siendo casi todos los enfermos, gente sencilla en los que  era habitual el consumo de aceite a granel, hasta que por último se atribuyó la enfermedad a una intoxicación producida por una partida de aceite de colza adulterado.

El aceite  provenía de Francia, usado para  fines industriales, pero algunos aceiteros sin escrúpulos, lo adulteraron para venderlo para el consumo humano y la consecuencia fueron 600 muertes - aunque se dijo que pudieron ser hasta 4.000 - y, muchos otros padecieron secuelas de la intoxicación.

En octubre de 1989 la investigación judicial se cerró, con la publicación de la sentencia, que exoneraba a los importadores y embotelladores del aceite, al no haberse podido comprobado qué tóxico puntual causó los envenenamientos.

Después de 15 meses de juicio, precedidos de seis años de investigación judicial, “el tribunal de la colza”  frustró con su sentencia muchas esperanzas, ya que no condenó a los principales acusados, ni logró intimidar a futuros posibles adulteradores de alimentos, y lo que es peor, no consiguió – por último - que la sociedad se sintiese confiada y protegida por la administración de justicia.


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