jueves, 21 de mayo de 2015

La embajada de Enrique III de Castilla, a Tamerlán “El Grande”.

Tal día como hoy 21 de mayo de 1403 Enrique III de Castilla, envía una embajada a los tártaros de Tamerlán para tratar de conseguir una alianza contra los turcos.

Enrique III, “el Doliente”, fue un monarca de gran visión política, tanto interna como en sus relaciones internacionales, enviando embajadas al emir mongol Tamerlán “el Grande”, para estrechar relaciones diplomáticas con él y crear una alianza que le permitiera evitar la amenaza turca, personalizada en el sultán del Imperio Otomano.

Tamerlán fue un conquistador, líder militar y político turco-mongol, el último de los grandes conquistadores nómadas del Asia Central y algunas crónicas europeas lo asociaban al Preste Juan, emperador cristiano que, supuestamente, reinaba sobre los territorios al este de los reinos musulmanes, aunque Tamerlán era musulmán.

Para esta misión, el Rey castellano contó con  Ruy González de Clavijo, jefe de su Casa Real, acompañado por un dominico experto en lenguas extranjeras, prolongándose el viaje por espacio de tres años desde el 1403, llegando hasta Samarkanda y regresando de allí el 1406.

Clavijo, partió del Puerto de Santa María y desembarcó en Trebisonda, en los confines del mar Negro, para seguir desde allí por tierra, atravesar Persia, cruzar el desierto hasta Bujará (Uzbekistány) de allí hasta llegar, en septiembre de 1404, a Samarcanda, en un complejo viaje de gran envergadura para el siglo XV, explicándose así, el tiempo que tardaron en alcanzar su meta.

A su llegada, Tamerlán los recibió con grandes homenajes y fiestas, siendo presentados a los nobles de la ciudad, hasta que dos meses y medio después, les avisaron de la precaria salud de Tamerlán, - que poco después moriría - y que por razones de estado, debían emprender regreso a su país, sin acordar pacto alguno, por lo que la misión - desde el punto de vista diplomático - fue un fracaso.

Sin embargo, para los anfitriones, la embajada tuvo gran importancia, como lo muestran los recuerdos que todavía quedan, como una calle en Samarcanda, con el nombre del embajador Español y un barrio de la ciudad, que recibe el nombre de Madrid, de donde Clavijo era natural.

En las afueras de Samarcanda está el observatorio astronómico que construyó el hijo de Tamerlán, y pueden contemplarse frescos, en uno de los cuales, puede verse a Clavijo presentando sus credenciales a Tamerlán.

La crónica de aquel viaje, incluye descripciones de costumbres y personajes orientales, que la hacen entretenida y rigurosa, convirtiéndola en uno de los libros de viajes más amenos, interesantes y precisos de la literatura medieval española.

Fragmento donde se describe una jirafa:

“Llevaban una alimaña que es llamada jirafa, la cual alimaña era hecha de esta guisa: había el cuerpo tan grande como un caballo, y el pescuezo muy luengo, y los brazos mucho más altos de las piernas, y el pie había así como el buey hendido, y desde la uña del brazo hasta encima del espalda había diez y seis palmos: y desde las agujas hasta la cabeza había otros diez y seis palmos, y cuando quería enhestar el pescuezo, alzábalo tan alto que era maravilla, y el pescuezo había delgado como de ciervo, y las piernas había muy cortas según la longura de los brazos, que hombre que no la hubiese visto bien pensaría que estaba sentada aunque estuviese levantada, y las ancas había derrocadas a yuso como búfalo: y la barriga blanca, y el cuerpo había de color dorado y rodado de unas ruedas blancas grandes: y el rostro había como de ciervo, en lo bajo de hacia las narices: y en la frente había un cerro alto agudo, y los ojos muy grandes y redondos y las orejas como de caballo, y cerca de las orejas tenía dos cornezuelos pequeños redondos, y lo más de ellos cubiertos de pelo, que parecían a los del ciervo cuando le nacen, y tan alto había el pescuezo y tanto lo extendía cuanto quería, que encima de una pared que tuviese cinco o seis tapias en alto podría bien alcanzar a comer.”
 

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