Tal día como hoy, 31 de octubre de 1541 se
inauguró oficialmente en la Capilla Sixtina del Vaticano el fresco
de Miguel Ángel llamado "El juicio final" o "El
juicio universal" -representando la segunda venida de Cristo y
el Apocalipsis-, que fue realizado por encargo del papa Clemente VII
y más tarde confirmado por Pablo III. El fresco ocupa toda la pared
del altar de la mencionada capilla y su creación fue iniciada en 1536.
Parece bastante acertado considerar que el encargo
del Juicio Final se gesta a mediados del año 1533 cuando Clemente
VII encarga a Miguel Ángel la ejecución de dos frescos en las
paredes frontales de la Capilla Sixtina, donde se encuentra el altar,
y la Resurrección, en la pared de enfrente.
El fallecimiento de Clemente VII en 1534
provocaría un ligero abandono del proyecto, que sería recuperado
por su sucesor, Paulo III, en abril de 1535 se empezó a levantar el
andamiaje y en enero de 1537 se iniciaba la decoración pictórica,
siendo descubierta de manera oficial el 31 de octubre de 1541.
Aunque parece un trabajo más del renacimiento,
algunos expertos creen que en realidad fue creada para revelarse
contra la figura del papa, creando detalles ocultos, que señalan al
hombre como un símbolo mucho más poderoso que cualquier ente
divino.
En la parte central de la bóveda, es posible
observar una representación de Dios rodeado de multitud de ángeles. No obstante, su contorno recuerda mucho al de
un cerebro humano y los investigadores creen que Miguel Ángel quiso
representar la inteligencia suprema con la que Dios dotó a Adán y
Eva.
Para expresar la desgana con la que llevó a cabo
el proyecto de la Capilla Sixtina, el artista creó un autorretrato
simbólico. En él, aparece San Bartolomé sosteniendo la piel
degollada de otro individuo, que sería el propio Miguel Ángel, que
aceptó a regañadientes el encargo del papa Julio II.
El ‘Juicio Final’, creado por el pintor
italiano, fue ideado para simular una ilusión óptica en el ojo del
espectador, ya que a simple vista, parece que la obra se inclina
ligeramente en su parte más elevada y de esta forma, infunda temor y
respeto ante el poder de Dios a sus criaturas.
El sacerdote Biagio da Cesana, fue uno de los hombres que más
criticó la obra de Miguel Ángel, sobre todo en lo referente a la
cantidad de desnudos que aparecían en ella y el artista, como
venganza, puso el rostro de Cesana en el cuerpo de Minos, el juez del
infierno.
Otro detalle tiene que ver con la representación
de Adán en la bóveda. En su imagen es posible apreciar la llamada
glándula pineal, que aportaría un significado de lo más complejo,
viniendo a decir, que cualquier hombre puede acceder a la divinidad,
pues esta se encuentra en el cerebro humano.
Aunque parezca increíble, la figura de Jesucristo
no está representada en la bóveda, lugar que en un principio fue
reservado para él, finalmente lo ocupó una curiosa combinación: el
profeta judío Zacarías con el rostro del papa Julio II.
Zacarías fue famoso por denunciar la corrupción
y la falta de espiritualidad de los sacerdotes, elección que deja en
evidencia los sentimientos de Miguel Ángel hacía el Vaticano.
La pintura al verse finalizada, provocó toda
suerte de polémica y críticas por los desnudos allí expuestos.
Para muchos no se consideraba moralmente apto que ese tipo de figuras
se vieran en un lugar tan sagrado como la Capilla Sixtina, de hecho,
fue mandada censurar por el papa Pío V y Daniele da Volterra –un
discípulo de Buonarrotti- fue el encargado de colocarle “vestimenta”
a algunos de los personajes.