Tal día como hoy 31 de agosto de 1931 las aguas del tercer río más largo del mundo tras el Nilo y el Amazonas, el río Yangtsé de China, acaban inundando la mayor parte de la región de Kuang, provocando la muerte directa de 145.000 personas. Pero la historia es aún más peliaguda.
Aunque no fue la principal, una de las claves para que se llegara a esa gran inundación tiene que ver con la interacción que existía entre las comunidades y las cuenca de los ríos. De hecho, las inundaciones eran un problema desde hacía tiempo. Muchas comunidades habían ocupado la zona y los agricultores transformaron el paisaje allanando el camino para la catástrofe.
La causa principal del desastre tuvo que ver con los niveles extremadamente altos de precipitación de aquellas fechas. El invierno de 1930 y 1931 fue particularmente duro, dejando grandes depósitos de nieve y hielo en las cuencas superiores de los ríos. Estos embalses congelados se derritieron en la primavera y se combinaron con lluvias inusualmente fuertes, engordando ríos y lagos y elevando la capa freática.
Cuando llegó el verano, China experimentó un monzón asiático oriental extremadamente poderoso.Estas tormentas arrojaron el equivalente a una vez y media el volumen anual promedio de precipitación en un solo mes. Incluso los diques que se encontraban bien sujetos habrían tenido dificultades para hacer frente al gran diluvio.
De esta forma, la catastrófica inundación que azotó a China en el verano de 1931 no fue simplemente un desastre natural o provocado por el hombre, fue una combinación de ambas cosas.
Así, a comienzos de agosto de 1931, una de las regiones más pobladas del planeta paso a estar bajo el agua. Se estima que 150.000 personas se ahogaron durante la primera fase de la inundación. Las comunidades, la mayoría pobres, que vivían en viviendas precarias eran tremendamente vulnerables a estos riesgos inmediatos de desastres.
Quienes sobrevivieron al peligro inicial de la inundación pasaron a encontrarse con un nuevo y letal problema: una crisis de subsistencia. La inundación había arrasado con la cosecha del verano y había destruido enormes cantidades de grano almacenado.
Aunque la disminución generalizada de la disponibilidad de alimentos jugó un papel importante en la crisis de subsistencia, los factores socioeconómicos también fueron importantes. La inundación hizo que el valor del trabajo, la tierra y los animales de tiro cayeran en picado al mismo tiempo que el precio del grano aumentaba rápidamente.
No sólo eso, mientras el hambre y la malnutrición arruinaban las vidas de las comunidades afectadas por las inundaciones, la enfermedad era, con mucho, el peligro más mortal.
Las enfermedades mortales pronto comenzaron a diezmar a los ciudadanos rurales y urbanos por igual: la fiebre tifoidea y el cólera se diseminaron directamente a través del agua contaminada o mediante insectos,
A medida que se hizo evidente la magnitud del desastre, el gobierno de Nanjing estableció la Comisión Nacional de Ayuda contra las Inundaciones, una campaña que no fue del todo positiva. La tasa de mortalidad en los campamentos de socorro fue mucho mayor que la encontrada en las comunidades rurales, las enfermedades se propagaban más fácilmente.
En 1931, China experimentó el desastre natural más mortífero jamás registrado. La primavera y el verano de ese año arrojaron cientos de miles de muertos, y mató, directa o indirectamente, a un total estimado de casi 4 millones de personas.