Tal día como hoy en la madrugada del 11 de enero
de 1933, un grupo de campesinos afiliados a la CNT iniciaron una
insurrección contra el gobierno republicano en la localidad gaditana
de Casas Viejas.
Todo había empezado el 8 de enero en Barcelona.
Se había previsto una insurrección anarquista en toda España que
debía empezar por los ferroviarios y seguir en el campo. En Casas
Viejas, los anarquistas estaban excitados, los acontecimientos se
desarrollaron tres días después. En el municipio, 42 propietarios
de los 612 que tenía el municipio en 1933 poseían
el 66,12% de la riqueza imponible total.
El pueblo pasaba hambre. La
mitad de ellos vivía en chozas, en unas dependencias donde la familia
dormía junta, sobre lechos de paja. Sólo en la época de recolecta
había jornal para la mayoría, el resto del año la supervivencia
era difícil.
La mañana del 11 de enero el grupo de anarquistas andaluces
rodearon, armados con escopetas y algunas pistolas, el cuartel de la
Guardia Civil de Casas Viejas. Allí se
encontraban tres guardias y un sargento. Se produjo un intercambio de
disparos y el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos.
A las dos de la tarde del 11 de enero, un grupo de
doce guardias civiles al mando del sargento Anarte llegaron a Casas
Viejas, liberaron a los compañeros que quedaban en el cuartel y
ocuparon el pueblo. Temiendo las represalias, muchos vecinos huyeron
y otros se encerraron en sus casas.
Tres horas después llegó un nuevo grupo de
fuerzas de orden público al mando del teniente Gregorio Fernández
Artal compuesto por cuatro guardias civiles y doce guardias de
asalto. Inmediatamente comenzaron a detener a los presuntos
responsables del ataque al cuartel de la Guardia Civil, dos de los
cuales, después de ser golpeados, acusaron a dos hijos y al yerno de
Francisco Cruz Gutiérrez, apodado “Seisdedos”, un carbonero de
setenta y dos años que acudía de vez en cuando a la sede del
sindicato de la CNT, y que se habían refugiado en su casa, una choza
de barro y piedra.
Al intentar forzar la puerta de la casa de
“Seisdedos”, los de dentro empezaron a disparar y un guardia de
asalto cayó muerto en la entrada - en algunas versiones se dijo que
el guardia fue retenido como rehén y murió después- y otro resultó
herido. A las diez de la noche, empezó el asalto a la choza sin
éxito.
Pasada la medianoche, llegó a Casas Viejas una
unidad compuesta de cuarenta guardias de asalto, al mando del capitán
Rojas, que había recibido la orden del Director General de Seguridad
en Madrid, Arturo Menéndez, para que se trasladara desde Jerez y
acabara con la insurrección, abriendo fuego “sin piedad contra
todos los que dispararan contra las tropas”.
El capitán Rojas dio orden de disparar con rifles
y ametralladoras hacia la choza y después ordenó que la
incendiaran. Dos de sus ocupantes, un hombre y una mujer, fueron
acribillados cuando salieron huyendo del fuego. Seis personas
quedaron calcinadas dentro de la choza entre ellos “Seisdedos”,
sus dos hijos, su yerno y su nuera. La única superviviente fue la
nieta de “Seisdedos”, María Silva Cruz, conocida como “la
Libertaria”, que logró salvar la vida al salir con un niño en
brazos. ‘La libertaria’, sería fusilada
tres años después, ajena a los hechos que la condenaban.
Hacia las cuatro de la madrugada del día 12,
Rojas y sus hombres se retiraron a la fonda donde habían instalado
el cuartel general. Allí fue tomando cuerpo la idea de realizar un
escarmiento. El capitán Rojas envió un telegrama al director
general de Seguridad con el siguiente texto: “Dos muertos. El resto
de los revolucionarios atrapados en las llamas”.
Rojas ordenó a tres patrullas que detuvieran a
los militantes más destacados, dándoles instrucciones para que
dispararan ante cualquier mínima resistencia. Mataron al anciano
Antonio Barberán Castellar, de setenta y cuatro años, cuando volvió
a cerrar su puerta tras la llamada de los guardias y gritó “¡No
disparéis! ¡Yo no soy anarquista!”.
Detuvieron a doce personas y las condujeron
esposadas a la choza calcinada de “Seisdedos”. Les mostraron el
cadáver del guardia de asalto muerto y a continuación el capitán
Rojas y los guardias los asesinaron a sangre fría.
Poco después abandonaron el pueblo. La masacre
había concluido. Diecinueve hombres, dos mujeres y un niño
murieron. Tres guardias corrieron la misma suerte. La verdad de los
hechos tardó en conocerse, porque las primeras versiones situaban a
todos los campesinos muertos en el asalto a la choza de “Seisdedos”,
pero la Segunda República ya tenía su tragedia.
Conocidos los hechos en el resto de España, se
produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario que
conmocionó a la sociedad española. Los sucesos de Casas Viejas se
convirtieron en un grave problema político para el gobierno
republicano-socialista de Manuel Azaña, que tuvo que aguantar el
acoso tanto desde la izquierda como desde la derecha.
Los sucesos de Casas Viejas, como así se le
denominó a este alzamiento anarquista en plena II República,
encontraron una dura reacción por parte del gobierno presidido por
Manuel Azaña.
Fueron diecinueve hombres, dos mujeres y un niño
los asesinatos por los que, en mayo de 1934, el responsable directo,
capitán Rojas, fue enjuiciado y condenado a pena de 21 años de
prisión, mientras que el director General de Seguridad del Estado,
fue absuelto.