Tal día como hoy 31 de agosto de 1813, las tropas españolas hacen retroceder en la batalla de San Marcial, a los franceses tras la ofensiva del ejército aliado, dirigido por el duque de Wellington, destacado militar británico, en la guerra contra Napoleón, una batalla que supuso el fin de la ocupación francesa, en las provincias vascas y Navarra.
En la batalla de San Marcial, el Cuarto Ejército español - de Galicia-, bajo el mando del general Freire, hizo retroceder a las tropas del mariscal Soult, que había emprendido la ofensiva contra el ejército aliado hispano-luso-británico, que dirigía el duque de Wellington.
Wellington se acercó a San Sebastián tras el triunfo aliado en la batalla de Vitoria y sitió la ciudad, ocupada por los franceses, en julio de 1813, buscando rendir esa importante plaza fuerte. Al mismo tiempo, tras su derrota, el ejército francés se retiraba hacia el este, intentando recuperarse y cuidar los heridos de la batalla de Vitoria.
San Sebastián y Pamplona se situaban a los flancos de las fuerzas de Wellington, guardando los accesos a la frontera francesa y, por tanto debían ser tomados antes de que los aliados tratasen de internarse en territorio galo.
Mientras Wellington encaraba a Soult, en la campaña de los Pirineos, el general Graham mantenía el bloqueo de San Sebastián y se preparaba para comenzar el nuevo asedio, el 26 de agosto. Para ello, se construyó una línea de fortificaciones para resguardarse contra los asaltos de Soult, a la par que se establecía, una importante línea de defensa, en las orillas del río Bidasoa.
Después de cuatro semanas de recuperación, Soult había preparado una ofensiva hacia San Sebastián, concentrando sus nueve divisiones en Ainhoa, localidad del País Vasco francés, a poca distancia de la frontera, para un ataque sobre los alrededores de San Marcial.
Ni las fuerzas francesas ni las españolas, tenían la moral en perfecto estado: los franceses estaban desmoralizados por las retiradas recientes; en tanto que las pobremente equipadas tropas de Freire, con dificultades de suministro, no habían disfrutado de sus raciones completas, en varios días.
El plan francés era sencillo. Con tres divisiones debía atacar frontalmente la comarca del Bidasoa (Irún), mientras que otras cuatro avanzaban hacia Vera de Bidasoa en un movimiento que pretendía copar a las tropas españolas de Irún y abrir el camino de Oyarzun para aliviar así la situación de la guarnición de San Sebastián.
Envueltas por la niebla matinal, siete divisiones francesas marcharon hacia el Bidasoa el 31 de agosto, vadeando el río cubiertas por el fuego de su artillería. Las posiciones aliadas en Vera e Irún se vieron sorprendidas y sobrepasadas, pero no sin antes alertar a Freire, que dirigió sus tropas, formando una línea en las alturas. Las columnas imperiales perdieron su orden, cuando ascendieron sobre el difícil terreno, alcanzando las líneas de Freire, como una masa confusa.
Los españoles que formaban el Cuarto Ejército, o Ejército de Galicia, no satisfechos con echarlos de su tierra, habían estado persiguiéndolos por Castilla, en San Marcial les recibieron con fuego y, avanzando contra ellos a bayoneta calada, arrollaron a los hombres de Soult, empujándolos ladera abajo.
Soult recompuso las unidades y preparó tropas de refresco, para un segundo asalto contra las colinas, pero la línea de bayonetas española se mantuvo firme frente a este asalto final, batiendo nuevamente a los franceses. Impotente ante las sucesivas retiradas de sus hombres en el río Bidasoa —uno de sus soldados datados es Don Pedro Antonio Goenaga quien fue condecorado por el Rey Fernando VII— Soult ordenó la retirada hacia Irún.
San Sebastián cayó, tras una monumental batalla ese mismo día, siendo saqueada e incendiada por los supuestos aliados anglo-portugueses, rindiéndose el castillo de la ciudad el 8 de septiembre y Soult se retiró hacia suelo francés.
La batalla de San Marcial fue muy cruenta. Entre muertos y heridos, hubo 1658 bajas en el ejército español. El ejército francés sufrió más aún, mientras que ingleses y portugueses apenas tuvieron bajas. Más allá de las bajas, la jornada de San Marcial supuso el final de la ocupación francesa de San Sebastián el 8 de septiembre y de Pamplona el 1 de noviembre, además del fin de la única fuerza temible de Soult, que "ya nunca combatiría con la acostumbrada habilidad y celo".
La victoria de San Marcial figura entre los triunfos más brillantes del ejército español en la guerra.