Tal día como hoy 18 de junio de 1815 tuvo lugar en las proximidades de Waterloo (actual Bélgica) una de las batallas más colosales y relevantes de la historia moderna. Las tropas napoleónicas fueron derrotadas por la Séptima Coalición y los sueños de conquista del emperador Bonaparte desaparecieron para siempre.
El febrero de 1815 Napoleón escapó de su exilio en la isla de Elba y, apoyado por las masas populares y el ejército, marchó hasta París y recuperó el gobierno de Francia, siendo proclamado emperador por segunda vez.
Al conocer la noticia, el Congreso de Viena volvió a reunirse y decidió formar la Séptima Coalición, una alianza entre las principales potencias europeas cuyo único objetivo era derrotar y capturar a Napoleón. Gran Bretaña, Austria, Rusia, Prusia y los Países Bajos movilizaron sus ejércitos y los concentraron en lo que hoy es Bélgica para llevar a cabo un ataque a gran escala contra el corso, que decidió tomar la delantera y en lugar de organizar su defensa en Francia quiso atacar primero creyendo que una victoria rápida desmotivaría a la coalición y le haría ganar nuevos apoyos.
El grueso de las fuerzas de la Séptima Coalición estaba comandado por Arthur Wellesley, duque de Wellington, quien mantenía cierto clima de tensión con el líder de las tropas prusianas Gebhard Leberecht von Blücher. De hecho, ambos ejércitos utilizaban rutas de abastecimiento distintas y esto hizo que se dividieran temporalmente.
Dentro de la batalla de Waterloo se suelen incluir los combates de Quatre Bras, Ligny y Wavre pero el choque más duro se produjo a lo largo del día 18 en las aldeas de Braine-l'Alleud y Plancenoit, al sur de Waterloo.
La batalla fue una auténtica carnicería. Napoleón retrasó el inicio del ataque porque había llovido durante la noche y quería esperar a que el terreno se secara para maximizar el efecto de sus temidos cañones. Desde ese momento el enfrentamiento fue una constante sucesión de cargas de infantería y caballería, disparos y bolas de cañón cayendo por todas partes.
La tardanza de los franceses permitió a los prusianos llegar a tiempo de unirse a la batalla y reforzar una lucha que, aunque ajustada, se estaba decantando por las fuerzas de la coalición. Waterloo fue el primer escenario en el que la gloriosa Guardia Imperial francesa fue derrotada. Para las últimas horas de sol del día, las tropas napoleónicas se retiraban en medio del caos.
La batalla pasó factura a ambos bandos y las pérdidas humanas fueron muy altas. Con todo, la principal consecuencia de la derrota en Waterloo fue la caída definitiva de Napoleón. El pequeño gran hombre había conseguido huir y llegar a París, donde le obligaron a abdicar y se dispuso un barco con el que podría huir a los Estados Unidos.
Sin embargo, en el último momento, Napoleón cambió de idea y se entregó a los ingleses. Su sueño de dominación había acabado y él pasaría el resto de sus días en la isla de Santa Elena, donde moriría el 5 de mayo de 1821.
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