Tal día como hoy 30 de junio de 1862, se publica en Francia el último capítulo de la novela más conocida de Víctor Hugo, Los Miserables, un relato sobre la lucha contra las injusticias sociales que se convertirá en un símbolo de la lucha de los oprimidos.
Debido a sus opiniones políticas, el autor llevaba ya en aquella época, una década en el exilio de Guernsey, una dependencia de la Corona británica ubicada en el canal de la Mancha.
Los Miserables es una particular historia de la primera mitad del XIX en Francia, trenzada con los hilos de las víctimas de la injusticia.
En esta monumental novela, publicada en 1862 —ya en la madurez del escritor—, se revela toda la desmesura y la fuerza de Víctor Hugo, que explica la presencia de dos millones de admiradores en su triunfal entierro en París 20 años después.
Los "miserables" de Victor Hugo son los maltratados por la justicia, los que sufren presidio, persecución, extorsión, o son mordidos a dentelladas por la pobreza. El personaje central, Jean Valjean, es un presidiario que encuentra asilo en casa del obispo Myriel, un ser misericordioso que trabaja "en la extracción de la piedad" como un minero en las vetas de oro y le convierte en una persona honrada.
Valjean se ve obligado a cambiar varias veces de nombre, es apresado, se fuga y reaparece. Parece como si una fuerza providencial guiara sus encierros y resurrecciones para luchar contra esa cara del mal que conforman la miseria y la injusticia. Pero, ante todo, Los miserables se convierte en una magistral crónica de los avatares de Francia en la primera mitad del XIX, desde Waterloo hasta las barricadas de 1848.
Víctor Hugo se demora en las descripciones, vuelca todo su talento en largas peroratas al servicio de la libertad y los derechos de los humildes. Como buen romántico, ve en Dios misericordia, en la ignorancia bondad, en el pecado posibilidad de redención.
A pesar de la fascinación que ejercen las grandes batallas o la guillotina, el mayor espectáculo es "el del interior del alma". Por eso, Víctor Hugo se empeña en "escribir el poema de la conciencia humana" que sirva para entender los enmarañados datos de la historia convencional.
La novela, de estilo romántico, plantea por medio de su argumento una discusión sobre el bien y el mal, sobre la ley, la política, la ética, la justicia y la religión. El autor confesó que se había inspirado en Vidocq -criminal francés que se redimió y acabó inaugurando la Policía Nacional francesa- para crear a los dos protagonistas y que la historia de su país le había inspirado para situar el contexto histórico.
Por ese motivo, los personajes viven la Rebelión de junio de 1832 y los posteriores cambios políticos. Además, el autor analiza los estereotipos de aquel momento y muestra su oposición a la pena de muerte. En su núcleo, al fin, la novela sirve como una defensa de los oprimidos sea cual sea el lugar o situación sociohistórica que vivan.
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