Tal día como hoy 3 de diciembre de 1842, tras días de sublevación armada y violencia en las calles de Barcelona, el general y regente de España Baldomero Espartero ordenó a su oficial en la Ciudad Condal, Antonio Van Halen, que los cañones del castillo de Montjuic abrieran fuego y bombardearan Barcelona.
La mayor ciudad de Cataluña, llevaba siendo un polvorín desde hacía tiempo. El descontento social de prácticamente todas las clases, (los obreros y trabajadores reclamaban más derechos y mejores condiciones, los propietarios y burgueses acuerdos comerciales más ventajosos…) se acumuló en Barcelona a la espera de una ocasión para lograr sus exigencias, aunque fuera por la fuerza de las armas.
Además, en la política catalana había tanto partidos progresistas que buscaban librarse de Espartero y poner en el trono a Isabel II y republicanos, que directamente demandaban la instauración de un estado catalán. La insurrección de 1842 comenzó, según documentos de la época, cuando un grupo de trabajadores, se negaron a pagar los impuestos exigidos, por entrar alimento o bebida en la ciudad.
Lo que comenzó como una escaramuza, derivó rápidamente en un enfrentamiento armado en toda regla. Las barricadas se alzaron por toda la ciudad y el ejército se vio superado y tuvo que refugiarse en Montjuic, a la espera de auxilio, mientras que los rebeldes se organizaban en torno a una especie de gobierno provisional, encabezado por los republicanos.
Espartero en persona viajó hasta Barcelona, para controlar la situación e incluso llegó a rechazar una propuesta de negociación. En su lugar, ordenó el bombardeo de la ciudad como medio para asegurar la rendición total.
Durante el ataque, se lanzaron 1.104 proyectiles, se destruyeron 462 edificios y murieron entre 20 y 30 personas. Los incendios se extendieron por toda la ciudad y la represión posterior se llevó a cabo con ejecuciones, arrestos indiscriminados y nuevos impuestos, para reconstruir las partes destruidas de la ciudad.
La represión ordenada por el Gobierno fue muy dura. Se desarmó a la milicia y varios centenares de personas fueron detenidas. Entre diecisiete y dieciocho individuos de las patuleyas y uno de sus comandantes fueron fusilados. Además se castigó colectivamente a la ciudad con el pago de una contribución extraordinaria de 12 millones de reales para el pago de indemnizaciones a los militares muertos o heridos y el ayuntamiento, debía sufragar la reconstrucción de la Ciudadela.
El Gobierno, a propuesta de Espartero, asimismo disolvió la Asociación de Tejedores de Barcelona y cerró todos los periódicos, salvo el conservador Diario de Barcelona. Antes de volver a Madrid el 22 de diciembre, desde su residencia en Sarriá sin haber pisado Barcelona, el regente sustituyó a Van Halen al frente de la Capitanía General de Cataluña por el general, Antonio Seoane, quien según manifestó se proponía gobernar Cataluña, “fusilando y tirando metral1a”
Espartero, había conseguido acabar con la revuelta, pero con el bombardeo y la dura represión posterior, perdió el “inmenso apoyo social y político que había tenido tradicionalmente en Barcelona. No es de extrañar, la unanimidad que tendrá en Cataluña, el levantamiento general contra Espartero en 1843”.
Además el símbolo de Barcelona también actuó sobre Madrid, y la vuelta de Espartero, fue acogida con una frialdad que contrastaba con el alborozo y pomposidad de 1840, y deterioró la imagen que los sectores liberales de España tenían de él.
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