Tal día como hoy 25 de diciembre de 1983 falleció el pintor Joan Miró a los 90 años a causa de una enfermedad cardiovascular en su casa cerca de Palma de Mallorca.
Joan Miró fue Pintor, escultor, grabador y ceramista español. Estudió comercio y trabajó durante dos años como dependiente en una droguería, hasta que una enfermedad le obligó a retirarse durante un largo periodo en una casa familiar en el pequeño pueblo de Mont-roig del Camp.
De regreso a Barcelona, ingresó en la Academia de Arte dirigida por Francisco Galí, en la que conoció las últimas tendencias artísticas europeas. Hasta 1919, su pintura estuvo dominada por un expresionismo formal con influencias fauvistas y cubistas, centrada en los paisajes, retratos y desnudos.
Ese mismo año viajó a París y conoció a Picasso, Max Jacob y algunos miembros de la corriente dadaísta, como Tristan Tzara. Alternó nuevas estancias en la capital francesa con veranos en Mont-roig y su pintura empezó a evolucionar hacia una mayor definición de la forma, ahora cincelada por una fuerte luz que elimina los contrastes. En lo temático destacan los primeros atisbos de un lenguaje entre onírico y fantasmagórico, muy personal aunque de raíces populares, que marcaría toda su trayectoria posterior.
Afín a los principios del surrealismo, firmó el Manifiesto en 1924 e incorporó a su obra inquietudes propias de dicho movimiento, como el jeroglífico y el signo caligráfico - “El carnaval del arlequín” -. La otra gran influencia de la época vendría de la mano de Paul Klee, del que recogería el gusto por la configuración lineal y la recreación de atmósferas etéreas y matizados campos cromáticos.
En 1928, el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió dos de sus telas, lo que supuso un primer reconocimiento internacional de su obra; un año después, contrajo matrimonio con Pilar Juncosa. Durante estos años el artista se cuestionó el sentido de la pintura, conflicto que se refleja claramente en su obra.
Por un lado, inició la serie de Interiores holandeses, abigarradas recreaciones de pinturas del siglo XVII caracterizadas por un retorno parcial a la figuración y una marcada tendencia hacia el preciosismo, que se mantendría en sus coloristas, juguetones y poéticos maniquíes para el Romeo y Julieta de los Ballets Rusos de Diaghilev de 1929. Su pintura posterior, en cambio, huye hacia una mayor aridez, esquematismo y abstracción conceptual. Por otro lado, en sus obras escultóricas optó por el uso de material reciclado y de desecho.
La guerra civil española no hizo sino acentuar esta dicotomía entre desgarro violento - Cabeza de mujer - y evasión ensoñadora – Constelaciones - , que poco a poco se fue resolviendo en favor de una renovada serenidad, animada por un retorno a la ingenuidad de la simbología mironiana tradicional - el pájaro, las estrellas, la figura femenina - que parece reflejar a su vez el retorno a una visión ingenua, feliz e impetuosa del mundo. No resultaron ajenos a esta renovación espiritual sus retiros a la isla de Mallorca, donde en 1956 construyó un estudio.
Entretanto, Miró amplió el horizonte de su obra con los grabados de la serie Barcelona en 1944 y, un año después, con sus primeros trabajos en cerámica, realizados en colaboración con Josep Llorens Artigas. En las décadas de 1950 y 1960 realizó varios murales de gran tamaño para localizaciones tan diversas como la sede de la Unesco en París, la Universidad de Harvard o el aeropuerto de Barcelona; a partir de ese momento y hasta el final de su carrera alternaría la obra pública de gran tamaño. En 1975 se inauguró en Barcelona la Fundación Miró, cuyo edificio diseñó su gran amigo Josep Lluís Sert.
Miró fue uno de los grandes maestros y creadores del arte moderno, considerado uno de los máximos representantes del surrealismo. Miraba el mundo desde la perspectiva de su Cataluña natal, y algunas de sus mejores obras representan la vitalidad de la vida catalana: con pescadores, granjas, animales, campesinos o juguetes y decoraciones antiguas. Era un pintor de gran ingenio.
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