Tal día como hoy 8 de mayo de 1561 el rey Felipe II, por Real Cédula, traslada la capital de España desde Toledo, donde se encontraba a la Villa de Madrid.
La villa estaba lejos de poder asumir un incremento de tres veces su población en la siguiente década, y ni siquiera contaba con tantas viviendas construidas para acoger a todos los servidores de la Corona
Carlos V le aconsejó a su hijo Felipe II que “si quieres conservar tus dominios, deja la corte en Toledo; si deseas aumentarlos, llévala a Lisboa; si no te importa perderlos, ponla en Madrid”. El hecho de que un imperio monumental, que controlaba las zonas más acaudaladas de Italia y Flandes, dependiente del comercio marítimo, terminara estableciendo su corte en una ciudad como Madrid, que hasta entonces apenas había gozado de foco político o económico, resultaba estrañó.
Sin embargo, Felipe II, un príncipe humanista criado y educado en España, tomó la decisión de que Castilla, que nutría de oro americano y de infantería a la maquinaria Habsburgo, sería la arteria principal de su Monarquía. Hasta 1561, el Rey estableció la Corte en Toledo, ciudad que para su padre había sido crucial, pero en esa fecha se trasladó al centro de la Península: Madrid.
La respuesta más sencilla a por qué tomó esta decisión es que las singulares condiciones de Toledo, con una imponente muralla, hicieron que la ciudad se quedara pequeña frente al cúmulo de funcionarios y cortesanos del Rey.
Atento a las quejas de su círculo íntimo, Felipe anunció el traslado a Madrid el 8 de mayo de 1561, descartando en el proceso Segovia, Bruselas, Valladolid y su querida ciudad de Barcelona. La pequeña villa, que no llegaba a los diez mil habitantes, pasó en una década a contar con más de 26.000 almas. Madrid no estaban preparados para un cambio así...
Felipe II supervisó en persona cada una de las ampliaciones de la urbe y dio el visto bueno a la destrucción de las viejas murallas de la ciudad, de modo que Madrid se convirtió en la primera capital desmilitarizada de Europa.
El crecimiento de la ciudad fue abismal. Madrid ocupaba 72 hectáreas en la década de 1530, a 284 en 1600, mientras que el número de viviendas pasó en este mismo periodo de 2.000 a 7.500. Felipe II supervisó en persona cada una de las ampliaciones de la urbe y dio el visto bueno a la destrucción de las viejas murallas de la ciudad, de modo que Madrid se convirtió en la primera capital desmilitarizada de Europa.
Si bien se suele considerar a Carlos III como ‘el alcalde de Madrid’, tal distinción se la ganó mucho antes Felipe II dando forma al actual esquema de la capital. Aunque un residente de la década de 1560 regresara milagrosamente a la ciudad no reconocería prácticamente nada de la capital de España, a los que vivieron en ella en la década de 1590 el diseño de sus calles les seguirá resultando claramente familiar, otro sobresaliente testimonio de la tenacidad y la visión de Felipe II», asegura el hispanista Geoffrey Parker en su biografía de Felipe II.
Madrid no tenía obispo, dependía de Toledo, y tampoco había allí grandes linajes asentados (los más cercanos eran los Mendoza, que se asentaban en Guadalajara). En el centro de la Península, Felipe II era amo y señor para tomar sus decisiones, sin las interferencias de la Iglesia ni de las grandes casas nobles.
Además, el clima era propicio, la ciudad estaba rodeada de bosques, animales de caza y un gran abastecimiento de aguas a través del Manzanares y de pozos, lo que era complicado de obtener en Toledo, cuya orografía obligaba a la realización de ingenios mecánicos para abastecer de agua a la ciudad.
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