sábado, 21 de mayo de 2022

El emir de Córdoba, Abd al-Rahman II

  

Tal día como hoy 21 de mayo del año 822, al fallecer en el Emirato de Córdoba, el emir Alhakén I, le sucede su hijo Abderramán II que reinará hasta su muerte en 852, y es gran amante de la cultura. Durante su reinado, además de guerrear, fomentará las ciencias, las artes, la agricultura, la industria y atraerá a su ciudad los más ilustres sabios de la época. Se dedicará a embellecer su capital, hasta convertirla en un centro de las artes y las ciencias en Europa Occidental

Abderramán II, emir de Córdoba se caracterizó su reinado por la inestabilidad política. Protector de las artes y las letras, convirtió Córdoba en un gran centro cultural. Inició una persecución contra los mozárabes y repelió las incursiones normandas.

Hijo menor y el predilecto de Al-Hakam I y de la esclava concubina Halwa, sucedió en el año 822 a su padre, que quince días antes de morir le había declarado su heredero. Investido como emir, recibió el juramento de fidelidad del pueblo, cuya simpatía ganó desde el primer momento con la promulgación de una serie de medidas sobre el fisco, mientras que con otras de tipo religioso se atraía a los alfaquíes.

La paz de su reinado se vio rota por tres rebeliones importantes. La primera comenzó en Mérida en 828, cuando el bereber Mahmud ibn Abd al-Yabbar y el muladí Sulayman ibn Martín asesinaron al gobernador de la ciudad, en la que se declararon independientes; el emir tardó seis años en recuperar la plaza, tras lo cual comenzó la construcción.

La segunda fue la sedición de Toledo, que dirigía un modesto jornalero, Hashim al-Darrab; pero éste murió en 831 durante una correría por Santaver y Daroca, y la ciudad fue reconquistada en junio de 837. La última rebelión comenzó en Tudela en 842, donde un miembro de la familia Banu Qasi, Musa ibn Musa, se declaró en guerra abierta con el emirato, apoyado por la dinastía vasco-navarra de Iñigo Arista; derrotado en mayo de 842 por el ejército enviado desde Córdoba.

Un acontecimiento singular fueron las incursiones en la península de los Normandos, que llegaron a penetrar hasta la misma Sevilla. En el año 844 los normandos atacaron Gijón y La Coruña, y el 20 de agosto de ese año desembarcaron en Lisboa, en la que durante trece días estuvieron combatiendo. Continuaron bordeando las costas hacia el Sur, hasta la desembocadura del Guadalquivir. Se adueñaron del puerto de Cádiz y se adentraron por el río hasta Coria del Río - 30 de septiembre- y la propia Sevilla, ciudades que destruyeron y saquearon. Abd al-Rahman reunió un ejército y lo puso bajo las órdenes de sus tres mejores generales, que vencieron a los normandos en el campo de Tablada, el 11 de noviembre.

Otro conflicto lo provocaron los mozárabes de la capital cuando comenzaron en 850 una serie de provocaciones contra el Islam (blasfemaban contra Alá), que provocaron el encarcelamiento de Eulogio, líder de la oposición. Para remediar esta inestable situación, el emir convocó un Concilio en 852, al que asistieron todos los obispos de las diócesis andaluzas. Sin embargo, los martirios de mozárabes continuaron hasta pocos días antes de la muerte del emir.

Pese a todo, la tranquilidad de los territorios que gobernaba permitió a Abderramán II marchar contra los reinos cristianos. En 823 dirigió una aceifa por las tierras alavesas, en la que se consiguió un importante botín; en agosto de 824 las tropas musulmanas, asolaron de nuevo las tierras de Álava y vencieron a Alfonso II al pie del Monte de los Magos. En 826 realizó una campaña por tierras de Galicia y Castilla y en 828 marchó contra la Marca Hispánica y puso sitio a Gerona y Barcelona, aunque debió desistir de recuperar ambas ciudades.

Durante su mandato se edificaron la alcazaba de Mérida, las murallas y la mezquita de Sevilla y la mezquita de Jaén; se amplió además la mezquita mayor de Córdoba en los años 833 y 848. Abd al-Rahman II se rodeó de poetas y sabios, entre los que destacaron Abbas ibn Firnas y Yahya al-Gazal. Murió en la noche del 22 de septiembre de 852, quizás a causa de una de las muchas intrigas que lo acosaron en los últimos años de su vida. Fue enterrado en la capilla sepulcral del Alcázar cordobés. Le sucedió su hijo Muhammad, conocido desde entonces como Muhammad I.

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