Tal día como hoy 7 de mayo de 1273, tuvo su inicio el Concilio II ecuménico de la Iglesia Católica de Lyon, que fue convocado, por el papa Gregorio X,.
El concilio fue convocado por el papa Gregorio X, quien había sido elegido como líder religioso tras un largo período sin ocupar nadie el trono de la Iglesia Católica. Gregorio X anunció el concilio en un comunicado oficial emitido el 7 de abril de 1273 en el cual le orientaba a los obispos y príncipes de la cristiandad su decisión de reunir un concilio con sede en la Iglesia Catedral de San Juan, en la ciudad de Lyon.
Para este evento el Papa también invitó al emperador Miguel VIII Paleólogo, al patriarca griego de Constantinopla, al rey y al kathoUkós ,cabeza suprema de la Iglesia de Armenia, y al Gran Khan de Mongolia.
La asistencia fue numerosa, según la cifra comprobable asistieron unos 200 obispos, aunque los cronistas dan cifras superiores que rebasan el millar, al incluir también a los abades y a otros dignatarios y representantes.
Se comenzó el concilio el 7 de mayo de 1274. En este acto inaugural tuvo el papa sentado a su lado al único rey que asistía personalmente al concilio, Jaime I de Aragón. Gregorio X pronunció el discurso de apertura y en señalo los tres objetivos principales que serían tratados en el concilio: la ayuda a Tierra Santa, la unión de los griegos y la reforma de las costumbres.
La segunda sesión de llevó a cabo el 18 de mayo, privadamente el papa había negociado con cada uno de los representantes de las provincias eclesiásticas para conseguir de ellos que durante seis años destinaran a la Iglesia de Oriente los diezmos de las rentas de sus iglesias. En esta sesión se promulgó un decreto dogmático sobre el Espíritu Santo, en este se reflejaba que:“el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no como de dos principios sino como de un principio único, y con una sola espiración, no con dos”.
La tercera sesión se realizó el 7 de junio, y después de un sermón de Pedro de Tarantasia sobre la unión de la Iglesia griega, se promulgaron unos capítulos sobre las elecciones, postulaciones y provisiones eclesiásticas, órdenes sagradas, promulgaciones, excomuniones y entredichos .
En la cuarta sesión del 6 de julio tuvo lugar el acto más significativo. El papa hizo leer tres cartas, del emperador Miguel, de su hijo Andrónico y de los obispos griegos, aceptando los primeros el símbolo de la Iglesia de Roma, y anunciando los últimos su entrada en la unidad de la Iglesia. Inmediatamente después, Jorge Acropolita - canciller del emperador Miguel- juró en nombre del emperador el abandono del cisma y la perfecta obediencia al pontífice romano.
Con el fin de evitar la posibilidad de otra sede vacante tan prolongada como la última, se promulgó, en la quinta sesión, un célebre decreto sobre la elección papal. Este decreto establecía que pasados diez días de la muerte del papa, debían los cardenales reunirse en cónclave, aislados del mundo exterior. Si pasados tres días no habían realizado la elección, se les serviría un solo plato al mediodía y a la noche y, pasados cinco días, solamente pan, vino y agua. como contra los bigamos y usureros.
La sesión de clausura tuvo lugar el día 17 de julio, y en ella el papa hizo un balance del trabajo realizado. De los tres objetivos propuestos, dos se habían logrado: la unión con los griegos y las medidas en favor de Tierra Santa. Pero por lo que hace a la reforma de las costumbres de los prelados y a la residencia de los párrocos, como el concilio por falta de tiempo no se había ocupado de estas cuestiones, el papa prometía que se ocuparía próximamente de ellas.
En esta sesión se aprobó el canon 23, que confirmó los privilegios de las cuatro órdenes mendicantes: dominicos, franciscanos, ermitaños de san Agustín y carmelitas.
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