Tal día como hoy 10 de mayo, la mayoría de los budistas de Japón celebra el nacimiento de Buda, un filósofo y maestro religioso que vivió en la India entre los siglos VI y IV a. C. y fundó el budismo. Es considerado un maestro espiritual y una deidad omnisciente y activa.
En el siglo VI a.C la India era una tierra de gran agitación religiosa y política. El noroeste estaba dominado por los invasores indoarios que habían entrado en la India en el segundo milenio, trayendo sus propias instituciones religiosas y sociales, que se caracterizaban por un gran culto al sacrificio y por la existencia de una élite sacerdotal hereditaria, los brahmanes.
Su influencia cultural se extendió incluso en zonas del este más allá de su autoridad política pero sus reivindicaciones de superioridad religiosa y social eran consideradas, a menudo, como pretenciosas y superficiales por la aristocracia indígena más antigua.
Esta época estuvo marcada por la brutalidad y las personas religiosas empezaron a cuestionar el valor de las actividades mundanas y el sentido de la vida. En estas circunstancias surgieron muchos nuevos maestros y escuelas religiosas, todos en busca de una comprensión más profunda del significado de la existencia, la naturaleza del hombre y los programas de reconstrucción espiritual. Fue en este ambiente en el que el joven príncipe Siddhartha Gautama maduró y creció hasta la madurez.
Siddhartha Gautama, quien luego tomó el nombre de Buda - el iluminado- , nació cerca de la ciudad de Kapilavastu, al norte de la India, en el seno de una familia real. Su padre era el gobernante de una tribu india indígena, los shakyas, y se esperaba que siguiera la tradición de un rajá mundano.
Sin embargo, Gautama estaba más pendiente de los grandes enigmas espirituales de la vida: los problemas del sufrimiento, la muerte y las desigualdades de la existencia humana. Para alejarlo de estas crudas realidades, su padre le construyó un palacio con todos los lujos.
El que sería el Buda, se casó y tuvo un hijo. Su nueva situación personal no le frenó para, a los 29 años, dejarlo todo, los compromisos mundanos, su familia y su clan, para embarcarse en la búsqueda de respuestas para todas las preguntas espirituales que tanto le inquietaban.
En la actualidad, la inmensa diversidad de la fe y la práctica budista es quizás su característica más llamativa. En el Tíbet el sistema político fue hasta hace poco una teocracia, forma de gobierno en que la autoridad política se considera emanada de Dios y es ejercida directa o indirectamente por un poder religioso, gobernada por líderes espirituales, el Dalái Lama y el Panchen Lama, considerados como bodhisattvas supremos, encarnaciones mundanas de Buda; y el tantrismo tibetano es una rica síntesis de enseñanzas budistas y primitivas indígenas.
En China y Japón, el budismo zen representa una adaptación especial del yoga meditativo fuertemente influenciado por los valores chinos y considerado como muy eficaz por sus adeptos. En Ceilán y en el continente indochino, la theravada ortodoxa ha servido como una religión estatal eficaz, aunque a menudo está ricamente impregnada de animismo y magia primitivos.
Al buscar un único punto de unidad en esta matriz extraordinariamente compleja, solo se encuentra en la grandeza paradigmática del propio Buda, que persiste en todas las tradiciones como modelo de perfección espiritual y poder de salvación trascendente.
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