martes, 13 de diciembre de 2022

La masacre de Nankín, el holocausto olvidado

 

Tal día como hoy 13 de diciembre de 1937,en el marco de la Segunda Guerra Sino-Japonesa, comienza la masacre de Nankín, en la que durante la ocupación de Nankín -China-, los japoneses asesinan entre 250.000 y 500.000 civiles,según la fuente del país que lo publique.

La descripción de lo que hizo el ejército imperial japonés durante 1937 en Nankín, que entonces era la capital de la república de China, puede revolver el estómago más insensible. Asesinatos y violaciones en masa. Decapitaciones, torturas y robos. Personas enterradas o quemadas vivas. Millares y millares de mujeres cosificadas, niñas y ancianas incluidas…

En 1931, seis años antes de la barbarie que recordamos, Japón ya se había apropiado de una parte importante de China, Manchuria. Con Manchuria en su poder, Japón se preguntó por qué conformarse con un trozo del pastel si se lo podía comer entero. La invasión comenzó el 7 de julio de 1937, aprovechando los enfrentamientos entre las tropas nacionalistas de Chang Kai Ckek y los comunistas de Mao Zedong., Las batallas a gran escala comenzaron en Shanghai pero los invasores encontraron más resistencia de la prevista y decidieron dar un escarmiento al enemigo.

Nankín, abandonada a su suerte, con el gobierno huido y la guarnición local en desbandada, fue la siguiente en caer. Los japoneses llegaban con ganas de venganza y de aterrorizar a la población para facilitar su control. Los asesinatos comenzaron con la excusa de que los soldados chinos se habían quitado el uniforme y se ocultaban entre la población. Numerosos varones en edad militar o cualquiera con aspecto de haber sido recluta fueron asesinados, decapitados o torturados.

En el caso de las mujeres se impuso la violación como arma de guerra. Embarazadas en avanzado estado de gestación, abuelas y nietas fueron víctimas de un sadismo indescriptible. Sus cuerpos desnudos aparecieron exangües y ultrajados. Macabros trofeos presidían sus genitales desgarrados: bayonetas, botellas, cañas de bambú... “Incluso a los observadores de la Alemania nazi les horrorizó lo que vieron”,Fetos arrancados de los úteros de las gestantes, cadáveres profanados, civiles quemados o enterrados vivos...

Niñas de 7 años fueron violadas hasta morir desangradas. Los ametrallamientos masivos sólo se instauraron cuando algunos pelotones de ejecución se cansaron de matar a bayonetazos. Las víctimas eran obligadas a cavar su propia fosa. Hubo hileras de cautivos, atados con alambre de espino, que presenciaron durante horas tales pesadillas hasta que les llegó su turno. Otros muchos cuerpos inertes se quedaron a la intemperie, como un terrible aviso para navegantes.

El debate sobre Nankín es relativamente reciente. Una de las primeras voces contra este olvido fue la de Iris Chang, autora de la conmovedora La violación de Nanking. El holocausto olvidado de la Segunda Guerra Mundial es el revelador subtítulo de la obra de esta escritora y periodista estadounidense, prematuramente fallecida en el 2004, a los 36 años.

Las víctimas mortales en las siete primeras semanas se contaron por centenares de millares. Más tarde, las matanzas se atenuaron un poco, aunque nunca se interrumpieron del todo y prosiguieron en los meses siguientes. “En las primeras seis o siete semanas, miles de mujeres fueron violadas, más de 100.000 personas asesinadas e innumerables propiedades robadas o quemadas”, concluyó el Tribunal Militar Internacional para Extremo Oriente, el equivalente japonés al tribunal de Nuremberg, que ejecutó a criminales como el general Matsui y se abstuvo de juzgar a otros.

El Gobierno de China ha elevado en la actualidad la cifra de muertes a 300.000. Nunca sabremos el número definitivo. A ellos hay que unir las muertes de innumerables desgraciados que cometieron el delito de cruzarse en el camino de los japoneses. La sensación de impunidad era aplastante. Y las órdenes, claras: no hacer prisioneros.

Y luego están las agresiones sexuales y la prostitución forzada de millares de niñas y mujeres. Los occidentales que estaban en la ciudad presenciaron “crímenes sexuales de una intensidad sin precedentes”.

El comerciante alemán John Rabe, miembro del partido nazi, que  a su llegada a Berlín en 1938 tuvo problemas con la Gestapo, vio a mujeres a quienes  cortaron los senos antes o después de ser violadas. Muchas agresiones sexuales se cometieron ante las familias horrorizadas de las víctimas. y conoció, casos de niñas de siete años o mujeres de 76 víctimas de depredadores sexuales, que solían actuar en grupo.

Tadakoro Kozo, de la 114 División que arrasó Nankín, ha explicado que hileras de 20 o 30 soldados, desnudos de cintura para abajo, esperaban su turno ante las míseras cabañas de los cuarteles donde decenas de mujeres eran tratadas como un trozo de carne. No contentos con estas sevicias, algunos de aquellos militares participaron en competiciones deportivas para ver quién cortaba más cabezas, como guerreros medievales.

Primo Levi, superviviente de los campos de la muerte nazis, lo explica: “Cuando liberaron Auschwitz, en un barracón aparecieron millones de cucharas y de tenedores. ¿Por qué entonces los presos tenían que comer con las manos? “Porque de esta manera nos arrebataban nuestra humanidad y nos veían como animales, no como semejantes”, dice Levi. Esta es la única explicación para tratar de entender a los verdugos de Nankín, hombres normales que sobrevivieron a la guerra y no enloquecieron de vergüenza ni de remordimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario