Tal día como hoy 9 de agosto del 378 tiene lugar la batalla de Adrianópolis - Turquía -- entre los visigodos y el ejército romano, liderado por el emperador Valente, quien muere en la contienda.
En el año 376, el emperador romano Valente dio permiso a los visigodos para cruzar el Danubio y establecerse en el Imperio. Los visigodos buscaban refugio de los hunos, que iban arrasándolo todo a su paso en dirección oeste, desde Asia central.
Mientras que los romanos esperaban que las zonas abandonadas se repoblasen con campesinos que pagarían impuestos y podrían engrosar sus ejércitos. La avaricia y la extorsión de los oficiales romanos al mando de la repoblación provocó que los visigodos declararan la guerra al Imperio.
Dos años más tarde, con los visigodos todavía por someter, Valente decidió poner fin a la guerra personalmente. Reunió a 40.000 veteranos de infantería y una mezcla de caballería pesada, arqueros a caballo y exploradores árabes ,en total, aproximadamente unos 20.000 hombres.
A principios de agosto, Valente se encontró con los visigodos en Tracia, cerca de la ciudad de Adrianópolis. Valente se sentía animado por las noticias de las victorias contra los bárbaros que le llegaban de Graciano, emperador en Occidente, y de su general Sebastián.
Además, sus exploradores le informaron de que el número de enemigos era muy inferior al que esperaban: aproximadamente 10.000 en total, y casi todos de infantería. Como si tratase de confirmar su debilidad, el jefe visigodo Fritigerno se presentó ante Valente para pedirle la paz.
Confiando en la victoria, Valente despreció la oferta de Fritigerno. Aunque los consejeros del emperador le suplicaron que esperase a los refuerzos, Valente estaba decidido a someter al enemigo cuanto antes.
El 9 de agosto de 378, Valente marchó desde Adrianópolis al lugar donde se encontraba el campamento visigodo de carros, en una cumbre situada a varias horas de camino. Los visigodos intentaron continuar con las negociaciones y prendieron fuego a los campos que rodeaban la colina con el fin de retrasar la llegada de los romanos. Finalmente, frustrada por el retraso, la infantería romana tomó las riendas del asunto y se decidió a atacar.
Sin coordinación, el primer asalto romano fue un fracaso. Pero los romanos veteranos se reorganizaron en un abrir y cerrar de ojos y volvieron a intentarlo, todavía confiando en la victoria.
En este punto de la batalla quedó clara la razón de los intentos de los visigodos de retrasar las cosas. La caballería pesada visigoda estaba fuera, tal vez en algún asalto o saqueo. Y entonces hizo acto de presencia con un devastador golpe a la moral romana: 50.000 hombres, en formación compacta.
Totalmente superada, la caballería romana fue eliminada en el primer enfrentamiento. La nueva amenaza cogió desprevenida a la infantería y su retirada colina abajo se convirtió en desbandada y derrota, cuando los visigodos atacaron al enemigo desde los carros.
Así lo explica el historiador Amian: "Entre el alboroto y la confusión, nuestra infantería se hallaba exhausta por el esfuerzo y el peligro, hasta quedarse sin fuerzas para luchar y sin voluntad para planificar. Sus lanzas estaban rotas por los impactos incesantes, y por ello se decidieron a utilizar espadas.
Con ellas atacaron las densas filas del enemigo. Fueron valientes hasta el suicidio, ya que no tenían ninguna esperanza de salvación. Se arrastraron en un terreno lleno de regueros de sangre, pues intentaban vender sus vidas lo más caras posible… Finalmente, sólo se veían montones de cadáveres".
Cuenta la leyenda que Valente fue perseguido por la caballería visigoda hasta una granja y que los godos cerraron la casa y la quemaron con todo lo que había en su interior. No se sabe si realmente ocurrió así, pero no cabe duda de que Valente murió en la batalla o inmediatamente después.
Fue "el final de toda la humanidad, el Final del mundo", se lamentó San Ambrosio. Amiano explica que sólo un tercio del ejército logró escapar, de manera que las bajas romanas se situaron en torno a los 40.000 hombres. Fue el mayor desastre militar romano desde la batalla de Cannas, contra el cartaginés Anibal y del que el Imperio Romano, nunca se recuperaría.
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