Tal día como hoy 30 de agosto de 1282, en la localidad de Trápani, el rey aragonés Pedro III desembarca su ejército de almogávares al grito de "¡Desperta Ferro!".
El rey de Sicilia, Carlos de Anjou, abandonó el campo de batalla permitiendo que el rey aragonés se dirigiera a Palermo -Sicilia- para ser coronado rey de Sicilia.
Hijo y sucesor del gran Jaime I el Conquistador, Pedro III tenía por delante la dura tarea de emular a su padre y guiar a la corona en su expansión. Sin embargo, la conquista de las Baleares y Valencia, varias décadas antes, le dejó sin posibilidad de expansión hacia el sur, pues Murcia pertenecía a Castilla en virtud del Tratazo de Cazola.
Por entonces, el Mare Nostrum, era la principal vía de comunicación y de comercio para Europa. Era pues importante, controlar enclaves estratégicos que facilitaran el control de las rutas comerciales. En esa posición encontramos a la Corona de Aragón, y sobre todo al comercio catalán, aunque también en menor medida el valenciano y el aragonés, que estaban por entonces en pleno auge.
Pedro III, ansioso por expandir a la Corona de Aragón, empezó a urdir un plan para hacerse con la corona siciliana. Comenzó a dar apoyo a los sicilianos que estaban en contra de ser gobernados por los franceses, logrando además la ayuda del Imperio bizantino, que también quería sacar a los galos de Sicilia.
Carlos de Anjou empezó a actuar como un déspota y provocó un fuerte descontento entre la nobleza y la población siciliana, y muchos opositores se exiliaron en la Barcelona de Jaime I, como el gran almirante Roger de Lauria.
En el año 1282. La historia cuenta que en la celebración de las vísperas del día de antes al lunes de Pascua, un 30 de marzo de 1282, varios franceses molestaron a una joven siciliana, pero su padre acudió en su ayuda y apuñaló a uno de los franceses. Se desató una enorme trifulca y, los palermitanos, realizaron una gran matanza de franceses en la ciudad -unos 2.000-, hecho al que se acabó llamando las “Vísperas sicilianas”.
Dado el estado de indefensión en el que se encontraba la isla, los sicilianos decidieron acudir en busca de la ayuda de Pedro III que, se encontraba en las costas de África, cerrando unos tratos comerciales.
Pedro III estaba casado con Constanza, hija del derrocado rey Manfredo de Sicilia, y de hecho era ya la única heredera viva que quedaba. Es por ello que el trono le pertenecía a ella, y por ende, a su marido el rey de Aragón.
El rey aragonés, desembarcó en Sicilia, el 30 de agosto de 1282 y fue coronado en Palermo como rey en septiembre de 1282, derrotando sucesivamente a las tropas francesas. Pero esto ni Francia ni Roma podían permitirlo, y el siguiente papa, Martín IV, a la postre también francés, decidió excomulgar a Pedro III de Aragón por haberse hecho con Sicilia.
El pontífice, ofreció el trono de la Corona de Aragón a los franceses, que trataron de invadir los reinos peninsulares, pero fueron de nuevo derrotados, por las tropas de la corona de Aragón
Poco pudo disfrutar Pedro III de sus victorias, pues murió en 1285 poco después de hacer huir a Luis IX de Francia tras ser derrotado en Cataluña.
Pedro III murió excomulgado, y el propio Dante Alighieri coloca en una escena de “La divina comedia” a Pedro III cantando a las puertas del purgatorio junto a su enemigo vencido, Carlos de Anjou.
Finalmente, Sicilia acabó en manos de la Casa de Aragón.
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