martes, 5 de febrero de 2019

Patricia Hearst, una niña mimada revolucionaria

Tal día como hoy 4 de febrero de 1974 secuestran a Patricia Hearst, hija del magnate de la Prensa estadounidense, que después se unió a sus captores.

Patricia Campbell Hearst, educada en selectos colegios de lujo, dio un giro radical en su vida al ser secuestrada a los 19 años por el Ejército Simbiótico de Liberación, un pequeño grupo ultra-izquierdista surgido en California en los 60 del siglo pasado.

En la noche del 4 de febrero de 1974, se la llevaron de su apartamento, siendo luego encerrada en el maletero de un coche robado y conducida hasta el lugar de su encierro.

En pocos días, pidieron canjearla por dos militantes de la organización presos en la cárcel de San Quintín, lo cual fue rechazado por las autoridades.

Al poco tiempo de cautiverio, empezó a sentir simpatía por sus captores, llegando a enamorarse de uno de ellos y dos meses más tarde, hizo saber a sus padres que había decidido formar parte del Ejército Simbiótico de Liberación, para "quedarse en él y pelear".

El 15 de abril, las cámaras de seguridad de un banco grabaron a varios asaltantes, que se llevaron 10.000 dólares y dejaron heridos a dos guardias y uno de ellos, era la “camarada Tania” como se hizo llamar Patricia Hearst.

Detenida en septiembre de 1975 junto con otros militantes, al ser preguntada por su profesión contestaba que era "guerrillera urbana".

Juzgada en enero de 1976, su abogado intentó basar su defensa en un caso extremo de “síndrome de Estocolmo”, pero ella se negó a apoyarlo, siendo condenada en marzo de 1976 a 35 años de cárcel, lo cual sería reducido a siete y más tarde, conmutada tras haber cumplido solo 22 meses e indultada definitivamente en 2001 por el presidente Clinton .

Como buena burguesa, a día de hoy y una vez acabada su “fiebre revolucionaria”, Patty Hearst disfruta de una magnífica posición económica heredada, está casada, tiene dos hijas y ha participado en varias películas.

Ahora, la millonaria Patty Hearst, guarda silencio y cede al testigo a sus hijas, Gillian, de 32 años, casada con un abogado de celebrities y que trabaja como cronista de la alta sociedad neoyorquina que edita el grupo Hearst,  y Lydia, de 29 años, que es un cotizada modelo, “Estoy muy orgullosa de mi madre”, dice Lydia. “Es una de las grandes influencias en mi vida”.

Como decía Don Juan Tenorio a su criado: “Con oro, nada hay que falle...”

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