Tal día como hoy, 28 de noviembre de 1885, días después de la muerte de su esposo, Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo-Lorena, jura fidelidad al heredero de la Corona y a la Constitución. Llevaba en sus entrañas al futuro rey. Sería reina regente hasta 1902, cuando Alfonso XIII cumplió 16 años.
En un acto solemne, el entonces Presidente del Congreso, Antonio Cánovas del Castillo, sosteniendo los Evangelios y acompañado de los dos Secretarios de las Cortes más antiguos, tomó juramento a la Reina, que apoyando una de sus manos sobre las Sagradas Escrituras, pronuncio la siguiente fórmula: "Juro por Dios y por los Santos Evangelios, ser fiel al Heredero de la Corona, en la menor edad, y guardar la Constitución y las Leyes. Asi Dios me ayude y sea en mi defensa, y si no, me lo demande".
El cuadro recoge, el momento cumbre del juramento, en el cual la Reina María Cristina, vestida de riguroso luto, aparece acompañada de sus dos hijas, de corta edad, las Infantas Mercedes y María Teresa, también enlutadas. Detrás de ella, junto al trono, figuran sus damas de compañía, los jefes de Palacio y dos maceros que acompañaron a la Reina, en su entrada y salida del Palacio de las Cortes.
Tal como mandaba el ceremonial, todos los asistentes al acto permanecieron de pie, durante el juramento.
La emoción del momento, aparece claramente reflejada en el primer término de la composición, donde están retratadas las figuras enlutadas de las hermanas del Rey, recientemente fallecido, Doña Isabel y, sollozando, Doña Eulalia, a la que acompaña el Infante Don Antonio de Orleáns.
También en primer término, a la derecha, aparece la figura del General Martínez Campos, acompañado de otros altos jefes militares, y al fondo, en segundo término de la composición, el entonces Presidente del Gobierno, Práxedes Mateo Sagasta, junto a los miembros de su Gabinete.
La gestación de esta obra, fue muy compleja. El Senado decidió encargar el cuadro, en 1886 al pintor José Casado del Alisal, pero su fallecimiento inesperado ese mismo año, hizo que el encargo recayese, en Francisco Jover Casanova, el cual se hizo cargo del mismo, llegando a cobrar incluso un anticipo, por los bocetos y los primeros trazos.
El fallecimiento de Jover el 19 de febrero de 1890, sin haber terminado el cuadro, obligó a la Comisión de Gobierno Interior del Senado, a reunirse el 8 de marzo siguiente, para elegir "la persona, que debería encargarse, de la terminación del cuadro".
La Comisión acordó por unanimidad, que fuera Joaquín Sorolla, el encargado de terminar el cuadro, bajo las mismas condiciones, en que le fue confiado al Sr. Jover y fijando como precio de la obra que faltaba realizar, las indicadas 15.000 pesetas, que restaban percibir al indicado Sr. Jover".
Joaquín Sorolla, tardó mucho tiempo en terminarlo, ya que el 21 de diciembre de 1893 el Senado le emplaza, a que lo entregue en un plazo de seis meses. Sin embargo, Sorolla solicita de nuevo en mayo del año siguiente, una prórroga de otros seis meses. Con todo ello, la obra no fue entregada hasta febrero de 1898, es decir, tres años más tarde de lo convenido.
A pesar de tan dilatado retraso, gustó tanto esta pintura que el Senado, además de pagarle "las quince mil pesetas que quedaban por pagar del precio, en que fue contratada dicha obra, por haber recibido el Sr. Jover diez mil pesetas que con las 15.000 antes dichas suman el precio referido", acordó recomendar al Gobierno que le concediera una "distinción honorífica".
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