Tal día como hoy 9 de diciembre de 1824, en Perú se libra la “Batalla de Ayacucho”, que aseguró la independencia de América del Sur de los españoles.
La Batalla fue el último gran enfrentamiento de las guerras de independencia hispanoamericanas y significó, el final definitivo del dominio español en América del sur y, la desaparición del contingente militar realista más importante, con una capitulación que puso fin al Virreinato, aunque España no renunció formalmente a sus posesiones continentales americanas hasta 1836.
Desde el 1820 España se hallaba en una profunda crisis política por causa del gobierno del felón Fernando VII y la restauración de la Constitución Liberal, tras el alzamiento del general Riego, que sublevó la expedición de 20.000 soldados, destinados a auxiliar a los realistas americanos, lo cual acabó para siempre con las expediciones de refuerzos desde España, y motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana, quedasen a su suerte.
En Ayacucho, el ejército realista y el de los patriotas, estaban ambos con el número de sus tropas muy reducidas, por enfermedad o deserciones, lo cual propició la recluta de milicias carentes de instrucción militar o formadas con enemigos prisioneros.
El número de soldados naturales de España que combatieron en Ayacucho, eran aproximadamente entre 500 hombres y 900 "desde el virrey al último corneta", en un ejército de unos 8.000, y por el número de prisioneros realistas capturados tras la batalla, se deduce que los combatientes peninsulares, pudieron estar en torno a esa cifra.
La mañana del 9 de diciembre, los realistas iniciaron el ataque, pero su maniobra fracasó debido al contraataque de los insurgentes, que cargaron contra sus unidades en despliegue, produciéndose gran desorganización seguida de la persecución, hasta que los realistas, imposibilitados para sostener el combate, pidieron una capitulación que abrió el camino para la liberación del Perú.
En el tratado, firmado el mismo 9 de diciembre, por el jefe de estado mayor realista y el general Sucre, se acordó que el ejército realista renunciaba a seguir la lucha, permaneciendo sus tropas en el Callao y la nueva República del Perú, debía saldar la deuda a los países que contribuyeron militarmente a su independencia.
La capitulación, fue llamada en España "la traición de Ayacucho", pues se dijo que el resultado de la batalla estaba pactado de antemano, pues los jefes militares españoles, con ideas liberales y acusados de pertenecer a la masonería, pensaban igual que los independentistas y no compartían las ideas del rey Fernando VII, de mantener el absolutismo.
Tras el triunfo de Ayacucho, el general Sucre entró en el Alto Perú, para dar visos de legalidad a un proceso ya en marcha, además de mantener el orden e instalar inmediatamente la administración independentista, construyéndose en honor a los combatientes de la batalla un obelisco, actualmente ubicado a 37 Km. al noreste de la ciudad de Ayacucho.
Bolivar, en 1825 no escatimó elogios ante la hazaña de Sucre, su fiel lugarteniente: "La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina".
Colombia hizo a Sucre General en Jefe, y el Perú le dio el grado de Gran Mariscal de Ayacucho.
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