Tal día como hoy 29 de diciembre de 1170, es asesinado por encomienda de Enrique II de Inglaterra, el arzobispo de Canterbury, Tomás Becket.
Enrique quería ser soberano absoluto, tanto de su reino como de la Iglesia y eliminar los privilegios del clero inglés que consideraba disminuían su autoridad.
Becket – canciller del reino - le pareció idóneo para defender sus intereses y lo convirtió también en excelente compañero de caza y diversiones y nadie dudaba, de su total entrega y fidelidad a la causa real.
A la muerte del arzobispo de Canterbury en abril de 1161, el rey impuso a Tomás como sucesor, siendo mal recibido por los clérigos, pero desde ese momento Becket se transformó en un prelado dispuesto a sostener hasta la muerte la causa de la Iglesia.
Pronto inició el camino de liberar a la Iglesia de las limitaciones que él mismo le había aplicado, rechazando toda jurisdicción sobre ella.
Enrique convocó una asamblea en Clarendon en 1164 en la que exigió el abandono de la independencia del clero pero Tomás se opuso, lo cual significó la guerra abierta y Becket huyó a Francia donde Luis VII le ofreció su protección, permaneciendo allí dos años.
A su vuelta ambas partes siguieron irreconciliables y unas frases del rey, interpretadas como una orden por cuatro caballeros, ocasionó el asesinato del arzobispo el 29 de diciembre de 1170 en la catedral de Canterbury mientras oficiaba con la comunidad monástica.
Apenas tres años después, en 1173, fue canonizado y Enrique tuvo que hacer penitencia pública ante su tumba, que se convirtió en uno de los lugares de peregrinaje más populares de Inglaterra.
El suelo sobre el que fue asesinado es aún hoy señalado con una vela encendida y los arzobispos celebran allí la eucaristía para conmemorar su martirio.
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